No fué más que la sombra fugaz de la alegría,

lo que duró el tiempo vivido con mi madre.

Al dejarla sentí que la perdía, que si regresaba

a mi patria algún día, ya no iba a encontrarla.

 

Y las horas se volvieron días, y los días años,

y las cartas nuestras iban y venían,

como golondrinas, como mariposas, como llanto,

que al convertirse en rosas, perfumaba tus sienes madre mía

 

Ahora te recuerdo cada día cuando veo mis manos

en tus manos, mi rostro en tu mirada cariñosa,

y estás en todo lo que digo y en todo lo que hago.

Estas siempre presente, mi divina asturiana, madre mía.


Martha Pardiño