8 ene 2010
Parques para Miami
Por: Jorge Gastón
Se habla de que entre las muchas formas de paliar la crisis económica lo más correcto sería seguir el ejemplo de Franklin D. Roosevelt, quien durante la Gran Depresión de los años 30 facilitó millones de dólares a todos los estados para que se volcaran en un masivo plan de construcciones a lo largo y ancho del país.
Y así fue.
Las obras que más influyeron en la recuperación fueron la extensa red nacional de carreteras, facilitando el movimiento de productos agrícolas e industriales, y varias gigantescas represas que no sólo dieron empleo a miles de personas sino que ayudaron a que la electricidad llegara a todas partes, inclusive a precios más razonables.
Y así volvió el dinero a rodar como bola de nieve produciendo una reacción en cadena que favoreció a muchos sectores industriales y comerciales.
Se trata de una simple formula matemática. El obrero de la construcción volvió de nuevo a sentir el dinero en sus bolsillos, lo que le permitió gastarlo en necesidades de la familia, desde el auto nuevo hasta mejorar su vivienda y sus condiciones de vida en general.
Por su parte, las construcciones necesariamente tienen que abastecerse de los medios necesarios para su funcionamiento, lo que incluye una extensa gama de productos. El resultado final es más dinero en los bolsillos de todos.
Aquí en nuestro Miami-Dade estamos urgentemente necesitados de obras que revitalicen la creación de empleos y pongan dinero en los bolsillos de la población.
En cuanto a las obras que se deben priorizar, están los insufribles tranques de vehículos que producen las líneas del ferrocarril cuando a ciertas horas del día o de la noche nos encontramos con el paso lento y tedioso de un tren de carga con más de 30 o 40 vagones.
El flujo vehicular de calles importantes como Flagler, la Calle Ocho y todas las que atraviesa el tren se paraliza por completo.
Ese serio problema se resolvería fácilmente construyendo pasos superiores para el tren o inclusive túneles por debajo de las líneas del ferrocarril.
Los cubanos que residíamos en la capital recordamos con mucho orgullo el Paso Superior por la zona de Luyanó, y los túneles bajo el río Almendares que facilitaban el movimiento de vehículos hacia el reparto Miramar por la calle Calzada del Vedado y otro por la calle Línea. El más impresionante de todos fue el túnel por debajo de la entrada de la bahía, que conectaba la ciudad con la Habana del Este y las playas.
Por otra parte, ¿dónde están los parques que cada ciudad o municipio de los 39 que conforman este condado con casi 3 millones de habitantes deben existir para el descanso y disfrute de todos?
Aparte del Tropical Park, el Amelia Earhart, el A. D. Barns y otros, todavía faltan muchos más, pero no del tamaño de los mencionados sino parques pequeños, de fácil acceso a las familias, a nivel de barrios.
¿Y dónde están los bancos en los parques? ¿Cuál es el misterio que uno se cansa de caminar por Tropical Park o cualquier otro parque y no encuentra bancos por ninguna parte?
También necesitamos más piscinas públicas, para disfrute de residentes y de turistas en este clima cálido y agradable.
En cuanto a los bancos, recostarse en la hierba puede ser positivo por aquello del contacto y la vibración positiva que la tierra nos brinda, pero, ¿no sería más cómodo, acogedor y hasta romántico disfrutar de la comodidad de un banco?
En Cuba teníamos parques con abundantes bancos en todas partes. Y así es también en América Central y del Sur.
Miami-Dade tiene pretensiones de metrópoli, lo cual está bien, pero es necesario que los planificadores designen áreas para dedicarlas a parques, con árboles de buena sombra y bancos para disfrutarla.
Las autoridades no deben dejar pasar el ofrecimiento de la administración del presidente los pasos del presidente Franklin Roosevelt.
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