¿DÓNDE ESTARÁ EL PARAÍSO QUE DIOS PROMETE?
En la sura 21, “Los Profetas” (Al-Anbiyya), versículo 105, leemos: “Hemos escrito en los salmos según la ley dada a Moisés, que la tierra será la herencia de nuestros servidores justos”. (El Corán, traducción de J. García-Bravo, ortografía actualizada.)
Compárese con la sura 39, “Los tropeles” (Az-Zumar), versículos 73 y 74.
Sí, siglos antes, el Salmo (Zebur) 37:29 reveló que el Paraíso prometido estaría en la Tierra. Dice: “Los justos mismos poseerán la tierra, y residirán para siempre sobre ella”.
LA VIDA EN EL PARAÍSO
Las Santas Escrituras van más allá y describen cómo será la vida en el Paraíso:
♦ El hombre y los animales vivirán en paz: “Y el lobo realmente morará [...] con el cordero, y el leopardo mismo se echará con el cabrito, [...] y un simple muchachito será guía sobre ellos”. (Isaías 11:6; compárese con Isaías 65:25.)
* No habrá guerras ni violencia: “Y tendrán que batir sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en podaderas. No alzará espada nación contra nación, ni aprenderán más la guerra”. (Isaías 2:4; compárese con Salmo 46:9.)
♦ La familia humana vivirá unida por el amor: “El que no ama no ha llegado a conocer a Dios, porque Dios es amor”. (1 Juan 4:8.)
♦ Habrá suficiente alimento y hogares para todos: “Y ciertamente edificarán casas, y las ocuparán; [...] no plantarán y otro lo comerá”. (Isaías 65:21, 22; compárese con Salmo 67:6; 145:16.)
♦ No habrá enfermedades ni muerte: Dios “limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor”. (Revelación [Apocalipsis] 21:4.)
♦ Resucitarán los muertos: “Viene la hora en que todos los que están en las tumbas [...] oirán su voz y saldrán”. (Juan 5:28, 29.)
NO SE HA FALSIFICADO LA SANTA BIBLIA?
El Dios Omnipotente de ningún modo permitiría que eso sucediera.
El Corán dice: “No hay quien pueda cambiar las palabras de Dios”. (Sura 6, “Los rebaños” (Al-’An’am), versículo 34, versión de Julio Cortés.)
La Santa Biblia contiene una declaración semejante: “La hierba verde se ha secado, la flor se ha marchitado; pero en cuanto a la palabra de nuestro Dios, durará hasta tiempo indefinido”. (Isaías 40:8.)
PUNTOS REFERENTES A LA SANTA BIBLIA QUE USTED DEBE CONOCER
♦ Dios es el único Dios verdadero, el Omnipotente, y no tiene igual. (Deuteronomio 6:4; Isaías 44:6.)
♦ Es inconcebible que Dios se casara con una mujer para tener hijos. (Salmo 36:9; Job 38:7; Lucas 3:38; Génesis 2:7.)
♦ La Santa Biblia condena enérgicamente la adoración de personas u objetos (entre ellos los ídolos y las imágenes esculpidas). Solo se debe adorar a Dios. (Mateo 4:10; Levítico 26:1; Salmo 115:4-8.)
♦ Dios es el Señor de toda la humanidad, y su Palabra se ha escrito para todos los seres humanos, hombres y mujeres por igual. (Génesis 22:18; 1 Timoteo 2:4; Efesios 5:33.)
♦ La entrada en el Paraíso que Dios promete no depende del nacimiento, la nacionalidad ni la religión que nos hayan enseñado nuestros padres. (Hechos 10:34, 35; Revelación 7:9, 10.)
♦ La Biblia apela a la razón y se alza contra la ignorancia. (Proverbios 2:3-6; Salmo 119:33, 34.)
¿CÓMO SABEMOS QUE ESTAMOS A PUNTO DE ENTRAR EN EL PARAÍSO DE DIOS?
Únicamente Dios conoce el futuro, y en su Palabra predijo ciertos acontecimientos que constituirían la señal de la proximidad del Paraíso. Estos son tan solo algunos de los sucesos que mencionó:
♦ Guerras, terremotos, pestes y hambre. (Lucas 21:10, 11.)
♦ Desafuero. (Mateo 24:12.)
♦ Egoísmo, desobediencia a los padres, hipocresía religiosa. (2 Timoteo 3:1-5.)
¿Ve usted que se estén cumpliendo estas profecías en la actualidad?
¿QUÉ HEMOS DE HACER SI QUEREMOS VIVIR EN EL PARAÍSO DE DIOS?
Debemos aprender las verdades de la Palabra de Dios, pues este conocimiento exacto se compara a tesoros ocultos. (Proverbios 2:4.)
También tenemos que poner en práctica lo que aprendemos, pues el Creador ordena: “Este es el camino. Anden en él”. (Isaías 30:21.)
El nombre más grande
MILLONES de hombres y mujeres han pasado por la Tierra. En la mayoría de los casos, sus nombres han muerto con ellos y su recuerdo se ha borrado. No obstante, perviven algunos nombres célebres, como Avicena, Edison, Pasteur, Beethoven, Gandhi o Newton. Estos nombres están enlazados con los logros, descubrimientos e inventos de sus dueños.
Sin embargo, hay un nombre que está por encima de todos los demás, el nombre más grande. Muchas personas han deseado conocer este nombre. Lo buscaron y preguntaron acerca de él, pero no lo encontraron. Para ellas siguió siendo un misterio. En realidad, nadie puede descubrir dicho nombre a no ser que su Dueño se lo revele. Afortunadamente, eso es justo lo que Dios ha hecho. Como consecuencia, quienes creen en él, en sus libros y en sus mensajeros pueden conocerlo. Dios comunicó Su nombre a Adán, luego a Abrahán y después a Moisés y a Sus demás siervos fieles de tiempos antiguos.
En el Corán 17:2 leemos: “Dimos a Moisés la Escritura e hicimos de ella dirección para los Hijos de Israel”. En dicha Escritura, Moisés habla a Dios en los siguientes términos: “Supongamos que llego ahora a los hijos de Israel y de hecho les digo: ‘El Dios de sus antepasados me ha enviado a ustedes’, y ellos de hecho me dicen: ‘¿Cuál es su nombre?’. ¿Qué les diré?”. Dios le respondió: “Esto es lo que habrás de decir a los hijos de Israel: ‘Jehová el Dios de sus antepasados, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, me ha enviado a ustedes’. Este es mi nombre hasta tiempo indefinido” (Éxodo 3:13, 15).
Los profetas conocían este gran nombre y lo usaban con profundo respeto. En las Santas Escrituras aparece más de siete mil veces. Jesucristo, el hijo de María, lo realzó al decir a Dios en oración: “He puesto tu nombre de manifiesto a los hombres que me diste [...;] yo les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer, para que el amor con que me amaste esté en ellos” (Juan 17:6, 26).
¿Qué sucedió, entonces, para que el nombre se convirtiera en un misterio? ¿Qué tiene que ver ese nombre con nuestro futuro?
¿Cómo llegó a ser un misterio?
Algunos creen que “Jehová” significa “Alá” (Dios) en hebreo. Sin embargo, “Alá” corresponde al hebreo ’Elo·hím, el plural mayestático de la palabra ’elóh·ah (dios). Una superstición que se originó entre los judíos les impedía pronunciar el nombre divino, Jehová. Por lo tanto, cuando lo encontraban en su lectura de las Santas Escrituras, solían pronunciar ’Adho·nái, que significa “Señor”. Incluso alteraron ciertos pasajes del texto hebreo original para que dijeran ’Adho·nái en vez de “Jehová”.
La cristiandad siguió la misma costumbre de sustituir el nombre Jehová por “Dios” (“Alá” en árabe) y “Señor”. Esto contribuyó al desarrollo de la doctrina falsa de la Trinidad, la cual carece por completo de fundamento en las Santas Escrituras. Como consecuencia de esta enseñanza, millones de personas adoran equivocadamente a Jesús y al espíritu santo, a los que consideran iguales a Dios.
Por eso, tanto los guías del judaísmo como los de la cristiandad comparten la culpa del desconocimiento general del nombre más grande. No obstante, Dios profetizó lo siguiente: “Ciertamente santificaré mi gran nombre, [...] y las naciones tendrán que saber que yo soy Jehová”. En efecto, dará a conocer su nombre a todas las naciones, porque no es solo el Dios de los judíos o de alguna otra nación; es el Dios de toda la humanidad (Ezequiel 36:23; Génesis 22:18; Salmo 145:21; Malaquías 1:11).
El nombre más grande y nuestro futuro
Las Santas Escrituras dicen: “Todo el que invoque el nombre de Jehová será salvo” (Romanos 10:13). Nuestra salvación en el día del juicio estará relacionada con nuestro conocimiento del nombre de Dios, lo cual implica aprender cuáles son sus atributos, obras y propósitos, así como vivir en conformidad con sus elevados principios. Por ejemplo, Abrahán conocía e invocaba el nombre divino, y por esta causa gozó de una buena relación con Dios, puso fe en él, confió en él y le obedeció. (Génesis 12:8; Salmo 9:10; Proverbios 18:10; Juan 17:26; Santiago 2:23).
Por qué tenemos que ‘pensar en’ el nombre más grande? El nombre Jehová significa literalmente “Él Hace que Llegue a Ser. Es el Dios todopoderoso, el único Creador, poseedor de todo magnífico atributo. El Dios de amor realizará su propósito en el futuro cercano (Mateo 24:3-14, 32-42; 1 Juan 4:16-21). Dios explica el porqué del sufrimiento humano y muestra que la salvación es posible (Revelación [Apocalipsis] 21:4). En el Salmo 37:10, 11 leemos: “Solo un poco más de tiempo, y el inicuo ya no será; y ciertamente darás atención a su lugar, y él no será. Pero los mansos mismos poseerán la tierra, y verdaderamente hallarán su deleite exquisito en la abundancia de paz” (véase también el Corán 21:105).
Así es, Dios será conocido por su gran nombre. Las naciones tendrán que saber que él es Jehová. ¡Qué extraordinario privilegio es conocer el nombre más grande, dar testimonio de él y adherirse a él! De este modo se cumplirá en cada uno de nosotros el feliz propósito de Dios: “Porque en mí él ha puesto su cariño, yo también le proveeré escape. Lo protegeré porque ha llegado a conocer mi nombre. Él me invocará, y yo le responderé. [...] Con largura de días lo satisfaré, y le haré ver la salvación por mí” (Salmo 91:14-16).
Pronto acabará el sufrimiento
La humanidad lleva milenios padeciendo los terribles azotes de la guerra, la pobreza, los desastres, la delincuencia, las injusticias, las enfermedades y la muerte. Y en los pasados cien años, el sufrimiento ha sido mayor que nunca. ¿Acabará alguna vez todo esto?
La alentadora respuesta es que sí, y muy pronto. La Palabra de Dios, la Biblia, promete: “El inicuo [o malvado] ya no será [...]. Pero los mansos mismos poseerán la tierra, y verdaderamente hallarán su deleite exquisito en la abundancia de paz”. ¿Por cuánto tiempo? La propia Biblia responde: “Los justos mismos poseerán la tierra, y residirán para siempre sobre ella” (Salmo 37:10, 11, 29).
La Biblia promete: “Va a haber resurrección así de justos como de injustos” (Hechos 24:15). Por esta razón, Jesucristo pudo dirigir estas palabras a un malhechor arrepentido que tuvo fe en él: “Estarás conmigo en el Paraíso” (Lucas 23:43).
¿Por qué comenzó el sufrimiento?
Cuando Dios creó a Adán y Eva, los hizo con un cuerpo y una mente perfectos. Además, los puso en un jardín paradisíaco y les dio un trabajo gratificante. Las Escrituras dicen: “Vio Dios todo lo que había hecho y, ¡mire!, era muy bueno” (Génesis 1:31). Si hubieran obedecido a su Creador, habrían tenido hijos perfectos, y toda la Tierra se habría convertido en un paraíso donde los seres humanos habrían vivido para siempre felices y en paz.
Dios otorgó a Adán y Eva un maravilloso don que forma parte de la naturaleza humana: el libre albedrío, es decir, la capacidad de tomar sus propias decisiones. Así que no eran robots. Sin embargo, para seguir siendo felices tenían que ejercer su libre albedrío con el propósito adecuado: obedecer las leyes divinas. Dios mismo dice: “Yo, Jehová, soy tu Dios, Aquel que te enseña para que te beneficies a ti mismo, Aquel que te hace pisar en el camino en que debes andar” (Isaías 48:17). (Romanos 5:12).
La principal cuestión: la soberanía
¿Por qué no destruyó Dios a Adán y Eva y volvió a empezar con otra pareja humana? Porque se había desafiado su soberanía universal, es decir, el derecho que tiene a gobernar. La cuestión era esta: ¿quién tiene derecho a gobernar, y quién gobierna como es debido?
¿Cuál ha sido el resultado? Los miles de años de historia humana han sido testigos de sucesos terribles. De hecho, el siglo pasado fue el peor, con los millones de vidas segadas en el Holocausto y los cien millones de personas que murieron víctimas de las guerras. Los valores familiares y morales se han derrumbado en todas partes. Está claro que ningún gobierno humano tiene la solución a estos problemas. Ninguno ha podido hacer nada contra la vejez, la enfermedad y la muerte.
La situación de la humanidad en nuestros días es justamente la que predijo la Biblia. La Palabra de Dios revela que estamos viviendo en “los últimos días” de este sistema de cosas, en unos tiempos que serían “críticos, difíciles de manejar”. Y se está cumpliendo al pie de la letra esta advertencia bíblica: “Los hombres inicuos e impostores avanzarán de mal en peor” (2 Timoteo 3:1-5, 13).
Pronto acabará el sufrimientoTodas las pruebas indican que pronto se pondrá fin al desastroso intento de vivir de manera independiente de Dios. Una profecía bíblica declara: “En los días de aquellos reyes [los gobiernos que hoy existen] el Dios del cielo establecerá un reino [en los cielos] que nunca será reducido a ruinas. Y el reino [...] triturará y pondrá fin a todos estos reinos [los gobiernos de la actualidad], y él mismo subsistirá hasta tiempos indefinidos” (Daniel 2:44). La vindicación de la soberanía de Jehová —es decir, de su derecho a gobernar— mediante su Reino celestial es la enseñanza más importante de la Biblia. Jesús predijo una parte esencial de la señal de “los últimos días” con estas palabras: “Estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:14).
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