21 de Octubre del 2011
La interpretación más frecuente del sueño americano es el logro de fortunas, nada raro en un País creado en una sociedad capitalista. Tener casa propia, automóvil, y todo objeto representativo de riquezas es meta de todos. La manera de llegar a ello fue enunciada por los fundadores de los EEUU cuando a través de la constitución y su primera enmienda garantizo el derecho de todo individuo de tener libertad para obtener fortuna. El trabajo, sacrificio y ahorro, eran indispensables para el logro final y este era basado en una fe religiosa y un sentido de responsabilidad personal. Las historias de Horacio Alger de “harapos hacia tesoro” y el pensamiento popular de “acostarse y levantarse temprano lleva a una persona a ser sana, rica y sabia” y las enseñanzas de líderes como Franklin y Lincoln formaban parte de una generación que no envidiaba, sino emulaban a los que poseían, no pedían de otros sino daban, y no exigían de los gobiernos, sino participaban en sus comunidades y basados en su creencia en un Dios aceptaban sus vidas sin recriminaciones. Inmigrantes llegaban solo buscando libertad para laborar y oportunidad para educarse, y si la suerte los acompañaban lograban el “sueño” y si no, trataban de facilitar este para sus hijos. Que ha cambiado? Desde el final de la segunda guerra mundial y la revolución industrial, lenta pero inexorablemente el deseo de gratificación se convirtió en inmediata. Los capitales se empezaron a adquirir en base de loterías, especulaciones y cualquier otro método que llevara a riqueza instantánea. El sacrificio y responsabilidad individual se convirtieron en hedonismo y la sociedad se convirtió en presa fácil de mercaderes habilidosos que se enriquecían prometiendo fortunas a otros. Los inmigrantes llegaban esperando que sin gran esfuerzo se lograría casa, autos y todos los juguetes necesarios que se han convertido en indispensables. Con el abuso de los “nuevos ricos” y el aumento de los desposeídos, nos hemos transformado en una sociedad que no da sino exige, que no imita sino envidia, y que responsabiliza al gobierno para su educación, salud, ahorros, aposento y alimentos mientras hacen de celulares, TV gigantes, ordenadores de todo tipo, etc. parte necesaria de su existencia. Dios, para los que todavía creen, ya no ayuda sino provee y el sueño americano está más parecido al “griego” de lo que queremos aceptar, y si no despertamos terminaremos como ellos.
Fernando J Milanés
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