Por Carmen Iglesias
Publicado en el Nuevo Herald 10/10/2011
Hay frases que asustan, y eso es exactamente lo que persigue Armando González en su artículo Obama y la lucha de clases [Perspectiva, 3 de octubre]. La lucha de clases fue fuerte a finales del siglo XIX. Han pasado muchos años y la clase media en este país tenía un considerable nivel adquisitivo, que ha ido decreciendo. En 1970 el salario de un padre de familia promedio podía adquirir más que el mismo padre de familia gana hoy en día, 40 años después. Sin embargo, la remuneración de un ejecutivo hoy es de millones de dólares, y hasta tienen la ventaja de recibir subsidios del gobierno cuando su compañía amenaza con quebrar.
Así ocurrió con General Motors y Ford, empresas que se recuperaron gracias al paquete económico que el gobierno de Obama aprobó, salvando así miles de empleos en Detroit con repercusiones en toda la línea de producción y distribución de autos a nivel de la nación. Por eso, acusar al presidente de agitador laboral es pueril, irresponsable y ridículo.
Parafraseando a Carlos Marx, el costo de la mercancía incluye salarios y costo de la maquinaria y los materiales. A menor costo, mayor ganancia del capitalista, quien arriesgadamente pone su capital para conseguirla. Por simple aritmética, a mayor salario, menor ganancia. El gobierno de Obama no está inmiscuyéndose en este esencial mecanismo económico, sino en los impuestos que el gobierno percibe para funcionar y sentar las bases para garantizar que el individuo pueda funcionar en la sociedad.
El gobierno de Bush otorgó rebajas en los impuestos para que estos fondos crearan empleos, los cuales no se materializaron. Vino la recesión, que por cierto es absolutamente propia del capitalismo e inevitablemente ocurre cada cierto tiempo. Las administraciones de Hoover, Roosevelt, Reagan, Bush y ahora Obama las han sufrido. No es mucho lo que el gobierno pueda hacer. Obama, a diferencia de Bush, ha propuesto el plan de otorgar reducciones de impuestos no a todos por igual, sin control, sino solo a aquellas empresas que le den trabajo a un desempleado por más de 6 meses, o a un veterano. Propone recortes de impuestos a todo aquel que trabaje, con el fin de crear demanda, que es en definitiva lo que necesita la economía para recobrarse. Pero los republicanos tienen otros planes: absolutamente no se pueden tocar los impuestos de los súper ricos, hayan o no creado trabajos, pero sí se pueden reducir las prestaciones por Medicare, y hacer pagar más a los retirados por su atención médica. ¿Quién tiene la fórmula más clasista?
Warren Buffet, el segundo hombre más rico de América, pide que se le suban los impuestos para ayudar a remediar la situación del país que en su momento, a través de programas federales, le ayudó a obtener la educación que le abrió las puertas de la riqueza. Eso es una forma de retribuir a la sociedad por su prosperidad, la que comenzó gracias a que Buffet pudo ir a la universidad por la ayuda del gobierno. Algunos como el señor González llaman a eso redistribución de la riqueza.
Estamos en América y no en la Cuba comunista. La retórica marxista es cosa muy distinta al espíritu americano que incluye también el concepto de responsabilidad ciudadana y el amor a la grandeza de esta patria que personas como Buffet personifican. Si se conoce la historia de este país, muchas obras han sido posibles porque aquellos que detentan mayor riqueza han sabido canalizarla hacia el bien de la nación. Y yo creo que ahora, cuando parece que este país está decayendo, es un buen momento de pensar y actuar para evitarlo.
Miami
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