Ceremonias Religiosas en La Habana | ||||
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Corre el año 1852, y el 7 de febrero...
Es día de fiesta en una de las casas del barrio de Colón, donde familiares y amigos se han reunido para celebrar un acontecimiento. Y no es para menos: el hogar de don Antonio Pérez, Teniente retirado del Real Cuerpo de Artillería y Director –en otros tiempos- de una Banda de Música allá en Santa Cruz de Tenerife, viste galas para celebrar el matrimonio de su hija Leonor Antonia de la Concepción Micaela Pérez Cabrera; agraciada, dulce, gentil y hermosa.
Algún tiempo lleva la novia en Cuba cuando conoce a Mariano de Todos los Santos Martí Navarro, mozo de pocas palabras que es Sargento Primero del mismo Real Cuerpo de Artillería al que había pertenecido don Antonio, padre de la desposada.
La ceremonia se efectúa en la Iglesia Parroquial de Monserrate, La Habana, oficiando el Teniente Presbítero don Francisco de Paula Gispert, con la asistencia del Capella don Tomás Sala, que oficia también en el Real Cuerpo a que pertenece el novio.
Ignoramos hacia donde ha ido la recién formada pareja de Mariano y Leonor después de su enlace en la ciudad de aquellos tiempos, la que al decir del asturiano Antonio de Barras en su libro La Habana, la entonces capital cubana reflejaba el punto de concentración de la riqueza de la Isla; y centro además del dominio español en el Nuevo Mundo.
Pero eso no ha sido de mucho interés hasta la llegada del primogénito, que nace en la casa donde reside el matrimonio, en el numero 41 de la calle Paula, posteriormente numero 102, en el barrio de San Isidro, en la ciudad-capita; y actualmente calle Leonor Pérez # 314. Al recién nacido le ponen por nombre: José –en honor de su padrino- y Julián por marcar ese santo el calendario. Costumbre muy de aquella época.
Qué ajeno se hallaba el sargento de artillería de imaginar que al celebrar con tanto entusiasmo el nacimiento del primogénito, estaba celebrando el advenimiento del niño que, en el transcurso del tiempo, sería el Apóstol de la independencia cubana; ideal que parecía entonces, irrealizable quimera.
Cumple el pequeñuelo 16 días de nacido, cuando Mariano lo lleva a bautizar a la Iglesia del Santo Ángel Custodio -fundada en 1679 por el Obispo Compostela, localizada sobre el cerro Peña Pobre, -hoy Loma del Ángel-, entorno y escenario de la narración de “Cecilia Valdés” la novela costumbrista cubana.
Según cuenta el historiador José María de la Torre, la parroquia estaba circunvalada de un recinto de piedras engalanado a trechos de almenas que le servía de atrio por todas partes.
Trabajando Mariano Martí en la fortaleza de San Carlos de la Cabaña como sargento primero de a cuarta batería de la primera brigada del Regimiento de Artillería, es el Presbítero del Real Cuerpo de Artillería de la fortaleza –don Tomás Sala y Figuerola-, quien echa las aguas bautismales ante la presencia de los padrinos Don José María Vázquez y Doña Marcelina Aguirre. Y como un presagio de aquel futuro destino todo sucede en el mismo templo católico y en la misma pila bautismal donde fue bautizado el filosofo y educador Félix Varela en noviembre del 1788, mas tarde nuestro primer exiliado cubano, quien a solo unos días después de efectuares esta ceremonia fallecía el 25 de febrero en San Agustín, Florida, EEUU.
Se dice que existe una adicional copia del bautizo de José Julián expedida esta por el capellán Sala Figuerola porque al ser militar el sacerdote poseía autoridad para efectuar este tipo de ceremonia en cualquier parroquia; además asentaba en su propio Libro de blancos los bautizos que él realizaba. En este caso y caso insólito, nos hallaríamos con dos copias distintas del acto bautismal del hijo de Mariano y Leonor.
En tanto el militar español continua desempeñando sus cargos en el Real Cuerpo de Artillería y asciende a Sargento de Brigada y, mas tarde pasa a Subteniente de Infantería, en tanto igual crece su hijo en cuerpo e inteligencia y, en inteligencia más, porque el muchacho a quien familiarmente llaman “Pepe” había venido al mundo dotado de ella y temprano comenzaría a demostrarlo, aunque también muy temprano comenzar a sufrir de un largo destierro y de la lejanía familiar, marcando al jovenzuelo para toda la vida; y como el preludio de un destino doloroso se convertiría en José Martí, Apóstol de la Independencia de Cuba.
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