16 abr 2012


Actualizado 10:38 a.m. - lunes 16 de abril de 2012
Política09:24 a.m.

'Ningún régimen autoritario dura eternamente', afirma Obama sobre Cuba

'Ningún régimen autoritario dura eternamente', afirma Obama sobre Cuba
En entrevista con EL TIEMPO, la primera a un medio colombiano, relanza su compromiso con Colombia.

La Habana "no ha mostrado interés en modificar relación con EE. UU", dice en charla con EL TIEMPO.

Desde Washington y a escasas horas de aterrizar en Cartagena, donde asistirá a la VI Cumbre de las Américas, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, hizo una pausa en su agenda para contestar una extensa entrevista a EL TIEMPO, la primera que le concede a un medio de comunicación colombiano, y al Grupo de Diarios América (GDA). (Vea toda la información sobre la Cumbre de las Américas)

El Presidente no solo se les midió a los temas más polémicos de la agenda -Cuba, drogas, inmigración, comercio, Irán, China- sino que ofreció sus perspectivas sobre las relaciones con un región que considera "crítica" para los intereses de su país.

Obama fue elogioso con Colombia, destacó los positivos cambios que vive y relanzó su compromiso en el tema comercial y de seguridad.

Aunque en la entrevista Obama insiste en que el camino no es la descriminalización de las drogas, se muestra abierto a un diálogo que pueda "esclarecer" planteamientos y "reenfocar" los esfuerzos.

En el caso de Cuba, el Presidente dice que si La Habana no está sentada en esta cumbre es porque sus líderes se han negado a dar los pasos necesarios, y advierte que ningún régimen autoritario durará para siempre.

Obama, al responder sobre Venezuela, dice que su país espera que se respete la voluntad popular en las elecciones de octubre y expresa preocupación, pues en varios países no se están respetando derechos como la libertad de expresión.

¿Cuáles son sus metas para esta Cumbre de las Américas?

Creo que es importante entender esta cumbre en el contexto del progreso tan significativo que se ha logrado en las Américas. Gracias a la extraordinaria labor y sacrificio de su gente y de sus trabajadores, esta es una región que es más pacífica, más próspera y con más confianza en su propia función en el mundo.
Los conflictos de antaño están desapareciendo, casi toda la gente de las Américas actualmente vive bajo sistemas democráticos, decenas de millones de personas han salido de la pobreza hacia la clase media, y naciones como Brasil, México y Colombia están desempeñando una función más importante en el cumplimiento de los retos globales.

Este progreso es bueno para los Estados Unidos porque apoya el crecimiento económico aquí en casa, así como el avance de la seguridad y la democracia por todo el hemisferio.

Yo considero la Cumbre en Cartagena como una oportunidad para mantener nuestro progreso, aún mientras reconocemos los retos evidentes que todavía persisten, desde la desigualdad económica y la pobreza extrema hasta la violencia causada por los narcotraficantes y las pandillas, y los obstáculos que aún le impiden a demasiada gente encontrar trabajo y oportunidad.

En la última Cumbre de las Américas yo prometí hacerles frente a estos retos mediante alianzas de igualdad, basadas en el interés mutuo y el respeto mutuo, fundamentadas en un sentido de responsabilidad compartida. Durante los últimos tres años, hemos logrado bastante: con la expansión del comercio, el avance de la lucha contra los carteles de drogas y las pandillas, la solidificación de alianzas de energía limpia y la defensa de la democracia y los derechos humanos, en nuestro propio hemisferio y alrededor del mundo.

En Cartagena, podemos expandir nuestra cooperación en todas esas áreas, aunque reconozcamos que son retos que ninguna nación puede enfrentar por sí sola. Tenemos que hacerles frente conjuntamente.

Son muchos los líderes en la región que consideran que EE. UU. no ve a América Latina como una prioridad.

Los pueblos y los países de América Latina son vitales para el progreso que buscamos en EE. UU. en toda la región, o alrededor del mundo. Esto comienza con el hecho de que las Américas son nuestra casa, al igual que EE. UU. es la casa de decenas de millones de hispanoamericanos que aportan contribuciones extraordinarias a nuestro país diariamente. EE. UU. no tiene tantas conexiones, tales como valores compartidos, una herencia común e intereses comunes con ninguna otra región del mundo. Y ninguna otra región del mundo afecta tan directamente las vidas diarias de los estadounidenses.

El hemisferio occidental es especialmente importante para mi prioridad principal: la generación de empleos y de oportunidad en EE. UU. Ya nosotros exportamos más bienes y servicios al hemisferio que ninguna otra región. Ya que nuestras exportaciones a América Latina aumentan a un ritmo mayor que al resto del mundo, esta región es crítica para lograr mi meta de duplicar las exportaciones de EE. UU.

Además, la expansión del comercio y las inversiones nos benefician a todos. EE. UU. sigue siendo la fuente individual más grande de inversión extranjera en la región, lo que crea nuevos empleos y oportunidades. Las remesas que provienen de EE. UU. impulsan muchas economías en la región, y actualmente dichas remesas son más transparentes, confiables y de costo asequible gracias a la legislación para la protección de los consumidores que yo luché por obtener en EE. UU.

Por todos estos motivos, me he esforzado en aumentar los vínculos económicos entre nuestros países. Firmé tratados de libre comercio con Colombia y Panamá. Actualmente tenemos tratados de libre comercio con doce países del hemisferio, más que con cualquier otra región del mundo. Mi viaje a Cartagena para la Cumbre, donde podemos aumentar nuestros vínculos económicos, será mi cuarta visita a la región. En junio, haré mi quinta visita cuando viaje a México, para el G-20.

En estos viajes, y a través de las constantes interacciones entre nuestros gobiernos y nuestros pueblos, hemos creado las alianzas de igualdad que prometí hace tres años y que están dando resultados, tanto para EE. UU. como para nuestros socios en toda la región.

La región, como un todo, está reclamando que Cuba sea invitada a la próxima Cumbre de las Américas, en Panamá. ¿Insistirá EE. UU. en bloquear su participación si antes no camina por el sendero de la democracia? ¿No cree usted que aislar a Cuba de este tipo de eventos los aleja aún más y previene precisamente el tipo de cambios políticos que ustedes desearían?

Espero con entusiasmo el día en que una Cuba democrática reclame su merecido puesto en la Cumbre de las Américas y el día en que el pueblo cubano disfrute de los mismos derechos y libertades que otra gente en nuestra región y alrededor del mundo.

En el 2009, mi Administración colaboró con países de toda la región para crear, por consenso, un camino para la reintegración de Cuba al sistema interamericano. Dicho camino guardaba consistencia con la promesa hecha por la región de apoyar la gobernabilidad democrática fundamentada en la Carta Democrática Interamericana del 2001 e incluía que las autoridades cubanas respetaran los derechos humanos universales del pueblo cubano.

Desafortunada y trágicamente, los líderes de Cuba han rechazado ese camino repetidamente. Yo he expresado claramente que buscamos una nueva era en la relación entre nuestros dos países. Como Presidente, he hecho los cambios más significativos en varias décadas a nuestra política hacia Cuba, incluyendo permitir visitas a la familia y haciendo posible que los estadounidenses envíen remesas que aporten cierta esperanza e independencia a la gente de Cuba.

Por el contrario, las autoridades cubanas no han mostrado interés alguno en modificar su relación con EE. UU. ni tampoco ninguna disposición a respetar los derechos democráticos y humanos del pueblo cubano. Incluso durante la reciente visita del papa Benedicto XVI a ese país, las autoridades cubanas reiteraron que Cuba permanecerá siendo un Estado de un solo partido y procedieron a continuar persiguiendo a aquellos que elevan su voz en apoyo a los derechos del pueblo cubano.

La historia demuestra que las ansias de libertad y dignidad humanas no pueden negarse para siempre. Ningún régimen autoritario dura eternamente. Llegará el día en que el pueblo cubano será libre para determinar su propio destino. En espera de ese día, yo mantengo mi compromiso de apoyar al pueblo cubano en su deseo de determinar libremente el futuro de Cuba y que la ayuda los haga menos dependientes del Estado cubano que les niega sus derechos universales.

Muchos países de la región también han dicho que quieren tratar el tema de las drogas en esta cumbre. ¿Con qué posición llega usted a la mesa? ¿Insistirá en su oposición a la descriminalización y, si es así, qué otras alternativas está dispuesto a considerar que sean diferentes al actual statu quo?

Este es un debate legítimo que refleja las frustraciones de los gobiernos y los habitantes de todas las Américas, pero es un tema en el que no existe acuerdo en la región. Creo que sostener este debate contribuirá a esclarecer esta propuesta y a reenfocar nuestra atención en las maneras en que podemos lograr el mayor progreso todos juntos.

Por ejemplo, EE. UU. no va a legalizar ni a despenalizar las drogas ya que hacerlo tendría graves consecuencias negativas, en todos nuestros países, en cuanto a la salud y la seguridad públicas. Es más, legalizar o despenalizar las drogas no eliminaría el peligro que plantea el crimen organizado transnacional.

Creo que el mejor uso de nuestro tiempo en la Cumbre en Cartagena es concentrarnos en nuestras responsabilidades mutuas. Como Presidente, he dejado claro que EE. UU. aceptan nuestra parte de la responsabilidad con respecto a la crisis, que tiene su raíz en la demanda existente por las drogas, incluyendo EE. UU.

Es por eso que hemos adoptado una nueva estrategia de control de drogas que se enfoca en reducir la demanda por las drogas con educación, prevención y tratamiento. De hecho, he comprometido más de 30 mil millones de dólares para reducir la demanda por las drogas ilegales en EE. UU. y estoy solicitando otros 10 mil millones este año.

También hemos dedicado recursos sin precedentes a ponerle coto al flujo ilegal de armas y efectivo hacia el sur y hemos colaborado con ciertos socios, incluyendo a México, para fortalecer nuestra cooperación en la seguridad. Estamos logrando progreso, y no vamos a cesar.

En la Cumbre de Cartagena tenemos la oportunidad de aumentar nuestra cooperación regional de manera que los narcotraficantes y los carteles no tengan sitio disponible para esconderse. Esto incluye ir adelante con la Iniciativa de Seguridad de la Cuenca del Caribe, que se lanzó en la Cumbre del 2009 y que está creando instituciones para la seguridad y protección públicas, aumentando la cooperación regional, y promoviendo la justicia social en el Caribe.

Tenemos que hacer más para apoyar a las naciones de América Central y su estrategia regional para promover la seguridad ciudadana. Las contribuciones a esos esfuerzos por socios capaces, tales como Brasil, Colombia y Chile deben ser características del camino hacia delante. Por ejemplo, el reciente acuerdo entre EE. UU., Brasil y Bolivia para perseguir el cultivo de coca en Bolivia es el tipo de colaboración que necesitamos.

Para los latinoamericanos, uno de los grandes reveses de su administración es que no ha cumplido con la promesa de sacar adelante una reforma migratoria. ¿Tiene algún plan en ese frente?

Estoy comprometido en una reforma migratoria integral y hemos estado trabajando en ello desde el primer día, estableciendo un plan específico detallado, y mi Administración proporcionó apoyo técnico para la redacción de un proyecto de ley. En mis primeros meses del mandato, yo reuní a líderes de ambos partidos en el Congreso y les pedí que colaboraran con mi Administración para crear un sistema que fuera consistente con la historia de nuestro país como nación de leyes y nación de inmigrantes. Yo he opinado y me he esforzado para conseguir la participación de grupos de interés de diversos sectores, incluyendo a líderes empresariales y religiosos para elevar el debate.

Sin embargo, yo no puedo modificar la ley por mí mismo. El lugar para componer nuestro sistema de inmigración descompuesto es en nuestro Congreso. Desafortunadamente, no hemos tenido el apoyo en el Congreso del otro partido e incluso la Ley DREAM, que fue redactada tanto por los republicanos como por los demócratas, no logró obtener los votos de más de unos cuantos republicanos en el Senado.

Como dije en mi discurso del Estado de la Unión, como mínimo, el Congreso debe al menos enviarme la Ley DREAM, porque no tiene sentido expulsar a gente joven que se haya criado en EE. UU. y que quiera continuar sus estudios y contribuir a nuestro país o servir en nuestras fuerzas militares. Estoy listo para firmarla hoy mismo.

Mi administración también ha hecho mejoras en cómo hacemos cumplir nuestras leyes de inmigración. Por primera vez en la historia estamos concentrando nuestros recursos de manera que la mayoría de los deportados ahora sean individuos que tienen antecedentes penales.

Hemos dado inicio a reformas importantes del sistema de detención de inmigración para darles prioridad a la salud y la seguridad, y hemos hecho mejoras significativas a nuestro sistema de inmigración legal de manera que funcione mejor para los empleadores e inmigrantes legales que atraviesen ese proceso. Componer el sistema de inmigración descompuesto es beneficioso para EE. UU. y para nuestra economía, y vamos a continuar esforzándonos para lograrlo.

¿Cree usted que Irán planea usar a América Latina como una plataforma para atacar a EE. UU? ¿Le preocupa su presencia en la región?

Tomamos sumamente en serio todo alegato de conspiración contra EE. UU., y monitoreamos las actividades de Irán en el hemisferio occidental. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos para influir en la región, Irán no ha tenido mucho éxito, sin duda debido a que el gobierno iraní fundamentalmente está equivocado, no sólo con las aspiraciones de su propia gente, sino de la gente alrededor del mundo, incluyendo las Américas.

En definitiva, creo que los pueblos de la región no consideran que Irán sea su aliado debido a que Irán viola los derechos humanos de su gente, apoya el terrorismo y apoya a regímenes como el de Bashar al Asad en Siria. Creo que la gente de las Américas está concentrada en alianzas con socios que aumenten su prosperidad y seguridad, y reconozcan sus derechos humanos universales, y eso es lo que hace EE. UU.

¿Cómo piensa su administración responder al hecho de que países como China e India están robando a EE.UU. el mercado latinoamericano?

Las exportaciones de EE.UU. a América Latina están creciendo a un ritmo saludable, y me siento confiado en que EE. UU. continuará siendo el socio preferido de América Latina en el comercio, la industria y el desarrollo. Como la economía mayor del mundo, nosotros exportamos tres veces más a América Latina que lo que exportamos a China.

Durante la última década, el 41 por ciento de las exportaciones de América Latina ha venido a EE. UU., mientras que sólo el 8 por ciento fue a China. Mientras que el 60 por ciento de las exportaciones de América Latina a EE. UU. constituye mercancía fabricada, el 87 por ciento de las exportaciones de América Latina a China eran productos de consumo básico.

Opinamos que las alianzas económicas no pueden ser sólo para que unas naciones les extraigan los recursos a otras. La verdadera prosperidad resulta de darles rienda suelta a los talentos y el espíritu empresarial de nuestra gente.

EE. UU. tiene que competir en las Américas y eso precisamente es lo que estamos haciendo. Por eso es que nos esforzamos en aprobar los acuerdos de libre comercio con Colombia y Panamá y logramos grandes adelantos para completar el Acuerdo Estratégico TransPacífico de Asociación Económica, que incluye a Chile y Perú entre sus miembros fundadores.

En las últimas dos semanas me he reunido con los líderes de nuestros tres socios comerciales mayores en el hemisferio: Canadá, México y Brasil, y he tomado medidas para mejorar la competitividad y la innovación regionales, que son esenciales para que las Américas compitan en la economía global.

El gobierno de Colombia le ha pedido a su gobierno respaldo en la nueva estrategia para combatir a las Farc y otros grupos criminales: más helicópteros, aviones espías y drones. ¿Está dispuesto a brindar este tipo de ayuda?

Primeramente, es importante reconocer que Colombia ha logrado inmensos avances en seguridad. El hecho de que Cartagena sea la sede de la Cumbre de las Américas es testamento de ese progreso. Debe dársele crédito al pueblo colombiano, a sus líderes y a las fuerzas de seguridad, ya que todos ellos han hecho sacrificios extraordinarios. El éxito también está teniendo un impacto que va más allá de sus fronteras, pues Colombia comparte su pericia en seguridad con aliados en la región y en otras partes.

Colombia actualmente se encuentra en una fase crucial de consolidar los avances de seguridad obtenidos con gran esfuerzo durante la última década en una paz perdurable y justa que contribuya a desencadenar todo el potencial de ese país. Como le dije al presidente Juan Manuel Santos durante nuestras dos visitas anteriores, y como le reafirmaré cuando nos veamos este fin de semana, EE. UU. está comprometido a mantener y solidificar nuestra relación de seguridad con Colombia como parte de nuestra alianza bilateral general.

Desde el comienzo del Plan Colombia en 1999, EE. UU. ha invertido más de 8 mil millones de dólares para apoyar los esfuerzos de Colombia. Como señal evidente de nuestro compromiso sostenido, le he solicitado al Congreso más de 330 millones adicionales para el próximo año.

Al mismo tiempo, continuaremos apoyando la implementación de la agenda de reforma más general del presidente Santos. Esto incluye programas de consolidación dirigidos por Colombia que restablecen la seguridad, prestan servicios sociales sumamente necesitados, y promueven el desarrollo económico a las áreas que antiguamente se encontraban bajo el control de grupos armados ilegales.

La experiencia de Colombia les demuestra a la región y al mundo que es posible lograr un progreso impresionante, y EE. UU. está comprometido en ser un aliado en el éxito de Colombia.

En octubre habrá elecciones presidenciales en Venezuela y algunos funcionarios del gobierno en ese país han dicho que si Hugo Chávez no gana habrá caos; mientras que otros, incluso, sugieren que no entregarán el poder aun si gana la oposición. ¿Cómo están viendo ustedes las cosas y qué medidas tomarían si algo así llegara a suceder?

Venezuela, como todas las naciones soberanas, tiene que establecer su propio camino, pero es el pueblo venezolano quien tiene que determinar su camino democrático. Lo que sí hará EE. UU. es continuar defendiendo el derecho de la gente en todas partes a determinar su propio futuro.

Todos los países de las Américas tienen la obligación solemne de proteger ese derecho de autodeterminación. Tal como nuestras naciones lo acordaron cuando adoptaron la Carta Democrática Interamericana: "La gente de las Américas tiene derecho a la democracia y sus gobiernos tienen la obligación de promoverlo y defenderlo".

Muchas generaciones en todas las Américas han sufrido y se han sacrificado para darles significado a esas palabras: activistas, líderes religiosos, prisioneros políticos, así como ciudadanos ordinarios que continúan arriesgando sus vidas hoy en día.

Actualmente, en demasiados lugares de las Américas, los derechos universales, tales como la libertad de expresión y la independencia de los magistrados, están bajo ataque. De manera que en Venezuela, al igual que en todos los países, queremos ver elecciones que sean libres y justas en las que se respete la voluntad de la gente.

La historia demuestra que las naciones son más fuertes y más exitosas cuando tienen legislaturas vigorosas, magistrados independientes, una prensa libre, militares profesionales bajo control civil, sociedades civiles fuertes, y gobiernos que son transparentes y que atienden las necesidades de sus ciudadanos.

En este junio, Chile, Colombia, México y Perú entrarán en lo que se ha llamado la Alianza Pacífica. ¿Cree usted que este nuevo bloque puede hacer contrapeso político al Alba?

Nuestras relaciones con los países de la Alianza del Pacífico son fuertes y cada vez lo son más. He tenido oportunidad de reunirme y trabajar con los presidentes Piñera y Bachelet, de Chile; Santos y Uribe, de Colombia; Calderón, de México, y Humala y García, de Perú. Al trabajar juntos, hemos podido solidificar nuestra cooperación en una amplia gama de asuntos. Mi participación con los países de la Alianza del Pacífico, así como con otros aliados del hemisferio occidental que son, como EE.UU. países del Pacífico, es un componente clave de mi esfuerzo más general de participar más intensamente en la región Asia-Pacífico.

En definitiva, la medida del éxito para todo esfuerzo como la Alianza del Pacífico es si este mejora las vidas de la gente de esos países. Tanto Chile como Colombia, México y Perú tienen precedentes de haber mejorado las condiciones de sus habitantes mediante un compromiso con un gobierno transparente, responsable y democrático, así como políticas económicas basadas en el mercado dirigidas a reducir la desigualdad. Y ese compromiso ha transcendido cambios de presidentes, legislaturas y partidos políticos en el poder.

El año pasado, en Santiago, yo recalqué que los países del mundo que atraviesan transiciones democráticas podrían encontrar su inspiración en las experiencias de países en las Américas. Creo que el éxito de los países en la Alianza del Pacífico provee un ejemplo excelente de ese tipo de progreso.
SERGIO GÓMEZ M.
CORRESPONSAL DE EL TIEMPO
WASHINGTON
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