25 abr 2012

Tal embrutecimiento empieza por una educacióndeficiente y superficial; por un desperdicio endémico de tiempo y neuronas delante del televisor –y también de la computadora- que hace de la persona un autómata torpe e incapacitado social que no distingue entre realidad y virtualidad.
Los 21 agentes del Servicio Secreto de EE.UU. no distinguieron en Cartagena entre la realidad real y la virtual. No es coincidencia que haya sido Colombia el escenario del escándalo, que más que sexual, subraya el descalabro patriarcal ante los temas de género en política internacional. ¿Se hubieran atrevido en Londres, Praga o Montreal? El asunto es la percepción de que en el traspatio tercermundista puede hacerse cualquier desfachatez. Las latinas son mujeres calientes y sexuales, ¿qué americano no piensa eso de venezolanas, brasileras y dominicanas? ¿Guardias americanos con prostitutas colombianas? ¿En una cumbre de jefes de estado? Pudo haber sucedido en Río de Janeiro, Ciudad México o Caracas.
¿A quién buscaban en Cartagena estos agentes secretos? ¿A francotiradores o terroristas con el presidente Obama en la mirilla? ¿O a la doble de la despampanante, sensual, playboyesca colombiana Gloria Delgado-Pritchett de la superpopular serie de televisión Modern Family?
Los prostíbulos –legales o no– seguirán proliferándose, desde Cartagena hasta Bangkok, porque para mantener celibatos –religiosos o militares- tiene que haber víctimas manoseables que el Poder pueda aprovechar. La obscenidad no está en la prostituta de la primera plana. Está en la supremacía machista que perpetúa su explotación.
El Nuevo Herald

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