2 may 2012

Jose Marti

Diario del Apóstol. Mayo, mes del “Diario” del Delegado
Escrito por María Teresa Villaverde Trujillo    Martes, 01 de Mayo de 2012 08:22   PDFImprimirE-mail
En sus últimos días en New York, el pensamiento de Martí revoloteaba constantemente. A Serafín Sánchez había notificado que regresaría tan pronto después de su entrevista con Máximo Gómez. Sin embargo, en la carta-despedida a Tomás Estrada Palma le insinúa que no desea regresar. No obstante, a Gonzalo de Quesada confía lo que indica trasunta algo que prevé pueda obstaculizar su regreso: “si de mi vuelta ahí dependiera el que no se pusiese obstáculo para empezar, volvería...”
Desde 1893 el Apóstol tenía conciliado el método o plan a seguir por los grupos de la isla. En carta a Martín Marrero dice: “estos trabajos se harán aisladamente y para ello en cada término municipal habrá un delegado, el que se concretará única y exclusivamente a su término, sin conocer ni relacionarse con los trabajos de los otros.  No obstante esto, llegado el momento, el movimiento será unánime, simultáneo en toda la isla y esto se hace con el fin de que si por cualquier causa es sorprendido uno, el gobierno no tome el hilo de la conspiración”.
La Orden de Levantamiento había llegado a Cuba dentro de un tabaco, dirigida al Ciudadano Juan Gualberto Gómez quien se encargaría de transmitirla a los diversos grupos. Redactada y firmada en Nueva York el 29 de enero de 1895 por José Martí en representación del Partido Revolucionario Cubano, y Mayía Rodríguez con autoridad y poder expresos del General en Jefe Máximo Gómez, así como en representación de los grupos de Cuba el Comandante Enrique Collazo. Recibida el 20 de febrero, su aceptación fue comunicada a Nueva York en un cable con las palabras: “aceptados giros”.

El Apóstol en uno de esos pocos momentos de reposo- revisa mentalmente todo lo ordenado para el levantamiento en Cuba y ansioso espera conocer siguientes detalles. Igual no puede dejar de pensar en su madre y su débil salud. Pocas semanas antes de partir de New York escribe al Dr. Juan Santos Fernández quien cuidaba de la salud de doña Leonor, diciéndole:
“Amigo querido:
Gozo en agradecer y en saber que el viaje por el mundo no ha logrado sacar la piedad de tu corazón. Sé lo que haces por mi madre, y lo que vas hacer. Trátamela bien, que ya ves que no tiene hijo. El que le dio la Naturaleza está empleando los últimos años de su vida en ver como salva a la Madre Mayor,...”
El 7 de febrero de 1895 va llegando en goleta de New York a Montecristi en compañía de Enrique Collazo, José María Rodríguez y el joven Ángel Guerra. El 11, al atardecer abandonan la ciudad pernoctando en La Reforma. Al siguiente -muy de mañana- continúan el Delegado, el General en Jefe y Mayía Rodríguez hacia La Vega para reunirse con J. Eleuterio Hatton, agente revolucionario en el sector de Samaná. Necesario fue invertir en cada jornada un día, salvando obstáculos de toda índole, cada vez más difíciles. Regresando a Montecristi conoce la noticia del alzamiento en las distintas localidades de la isla efectuado el domingo 24 de febrero de 1895. Cuba –la favorita de la Metrópoli española- esta en pie de guerra. En el extenso epistolario el cual cubre varios años de su existencia está la historia de ese movimiento revolucionario martiano que propició la Independencia de Cuba.
Dos días después de verificarse la noticia del alzamiento en la manigua cubana el Apóstol escribe a Gonzalo de Quesada en New York: “Lo hemos hecho y aun me parece mentira”
José Martí continúa en Santo Domingo. El día primero de marzo parte con Panchito Gómez Toro hacia Dajabón, donde el hijo de Montesinos le proporciona caballo, la montura de su padre y la compañía de un “famoso general Corona” cuyo retrato la pluma genial del Apóstol hace imborrable en sus notas, como el de Don Jacinto, de perfil rapaz, el de Ceferino Chávez, que pide que se “siempre hombres” y de tantos otros seres que halla camino del Cabo a donde entra el día 3.
En esas excursiones que realiza capta, en síntesis de inefable acierto y belleza cuanto ofrece a sus ojos la naturaleza y la población de aquellas tierras, cuyo clima tanto le recuerda a su patria; sintiendo en aquella hora extraordinaria el penoso estado en que lo sume la inmensa responsabilidad de su obra:
En esos Apuntes de un Viaje, el gran escritor crea un ambiente poemático tan emocional y grato como su corazón lo ha menester para contrarrestar las acedas preocupaciones y riesgos, en aquel momento culminante de su grandiosa empresa. Pero esos Apuntes, cálamo currente concebidos, rebasan su propósito meramente informativo porque constituyen una de las producciones más singulares y jugosas por la fidelidad como nos trasunta el ambiente de aquellas regiones y la concisa y suprema placidez que su pluma inmortal, a cuanto toca, infunde.

En tanto, Mayía Rodríguez ha ido a la capital dominicana con el objeto de allegar recursos, y con la cooperación de Federico Henríquez Carvajal y Jaime R. Vidal logran ver al General Lily –Presidente Ulises Hilarión Heureaux Lebert- el cual contribuye con dos mil pesos oro para la causa. A condición les dice el político a los visitantes “que nadie se entere que el presidente ha donado….”

Madre mía,
Hoy, 25 de marzo, en vísperas de un largo viaje, estoy pensando en Usted. Yo sin cesar pienso en Usted. Usted. se duele en la cólera de su amor, del sacrificio de mi vida; y ¿por qué nací de Usted. con una vida que ama el sacrificio? Palabras, no puedo. El deber de un hombre está allí donde es más útil. Pero conmigo va siempre, en mi creciente y necesaria agonía, el recuerdo de mi madre. Abrace a mis hermanas, y a sus compañeros. ¡Ojala pueda algún día verlos a todos a mi alrededor, contentos de mí! Y entonces sí que cuidaré yo de Usted con mimo y orgullo. Ahora, bendígame, y crea que jamás saldrá de mi corazón obra sin piedad y sin limpieza.  La bendición...
José Martí

Días de mucha impaciencia
Amanecía el 25 de marzo y se pensaba que al anochecer cinco hombres estarían realizando la primera parte del plan marítimo hacia la isla de Cuba. El día se convirtió en mucho quehacer, mucha labor escrita, e impaciencia mal contenida. José Martí y Máximo Gómez firman lo que se conoce como el Manifiesto de Montecristi, en cuyo trascendental documento por su contenido ideológico se detalla que la guerra que tratan de librar es obra del Partido Revolucionario Cubano y es continuación de la anterior porque mantiene el mismo fin y defiende el mismo ideal: la independencia de Cuba; y que es labor de todos mantener y conservar el equilibrio mundial y la unión latinoamericana. En la misiva enviada a Federico Henríquez y Carvajal vuelca su ideal de gobierno para la nueva Cuba, y esa extensa carta es conocida como su “Testamento Político”.
Cartas a Tomás Estrada Palma, Serafín Sánchez,  Benjamín Guerra. A Gonzalo de Quesada “de puro hijo,”  le llama y le trasmite su deseo de ser ubicada toda su creación manuscrita, porque  ¿Qué habré escrito sin sangrar, ni pintado sin haberlo visto antes con mis ojos? expresa al buen alumno. Y reitera al final de la misiva “No quisiera levantar la mano del papel, como si tuviera la de Vd. en las mías; pero acabo, de miedo de caer en la tentación de poner en palabras cosas que no caben en ellas.” 
Esta carta se conoce como su “Testamento Literario”. 
Sin embargo, dentro de tanta minuciosa preparación, igual podemos visualizar un hermoso recuerdo para dos personas que a pesar de estar ausentes de su entorno durante la mayor parte de su existencia, siempre las mantuvo escondidas dentro de su alma atribulada. En este momento especial no podían faltar las cartas sentimentales. Deja de ser maestro, escritor y delegado, para solo dejar salir a flote al hombre sentimental.
Y en el silencio del hogar del General Máximo Gómez, en la ciudad de Montecristi, escribe a doña Leonor:
Madre mía,
Hoy, 25 de marzo, en vísperas de un largo viaje, estoy pensando en Usted. Yo sin cesar pienso en Usted. Usted. se duele en la cólera de su amor, del sacrificio de mi vida; y ¿por qué nací de Usted. con una vida que ama el sacrificio? Palabras, no puedo. El deber de un hombre está allí donde es más útil. Pero conmigo va siempre, en mi creciente y necesaria agonía, el recuerdo de mi madre. Abrace a mis hermanas, y a sus compañeros. ¡Ojala pueda algún día verlos a todos a mi alrededor, contentos de mí! Y entonces sí que cuidaré yo de Usted con mimo y orgullo. Ahora, bendígame, y crea que jamás saldrá de mi corazón obra sin piedad y sin limpieza.  La bendición...
José Martí
La segunda carta sentimental queda en suspenso al recibirse graves noticias llegadas desde Haití a Montecristi. Los planes del viaje marítimo a la isla que desde el 24 de febrero estaba en acción de guerra quedan suspendidos momentáneamente. Ambas zonas están vigiladas por los espías a favor de la Metrópoli española. La salida se hace peligrosa. Fallaba la salida y con ella la esperanza de un pronto arribo a la costa cubana.
Vuelven hacerse preparativos y trazar nuevos planes surge nueva esperanza de embarcar, y el 1º de abril, escribe la carta que había quedado inconclusa a la otra persona tan escondida dentro de su alma siempre atribulada, posiblemente para ser enviada junto a la de doña Leonor:
Hijo:
Esta noche salgo para Cuba: salgo sin ti, cuando debieras estar a mi lado. Al salir, pienso en ti. Si desaparezco en el camino, recibirás con esta carta la leontina que usó en vida tu padre. Adiós. Sé justo.
Tu José Martí

De Montecristi a Playitas
“Hay un cúmulo de verdades esenciales que caben en el ala de un colibrí,...”  (José Martí, 1884)
El Diario del Apóstol -de Cabo Haitiano a Dos Ríos- es un sorprendente trasunto del ambiente de las revoluciones, ya que sobre el guerrero predomina el pensador y el escritor, y al detalle, meramente militar, lo enriquecen la filosofía y el arte, dándole perennidad la pintura de los caracteres y el paisaje por donde  deambula desde su llegada a territorio oriental.
Procedentes de Montecristi y en el barco alemán Nordstrand llegan José Martí y sus acompañantes a Cabo Haitiano. El Maestro se hospeda en la casa de Ulpiano Dellundé; Gómez y Marcos del Rosario lo hacen en la de Millevoye Mercier, un amigo Haitiano; Paquito Borrero y Ángel Guerra en la del sastre Agripino Lambert; y César Salas en el Hotel Internacional.
Parten de Cabo Haitiano a las dos de la tarde del día 10 con destino a Inagua. Durante la travesía conocen que un buque de guerra inglés los busca, por lo que Löwe desvía su barco de la ruta habitual y decide en la madrugada aproximarse a la isla, -sin ser advertido-, con el fin de comprobar si aquella nave continúa el acoso. De Inagua navegan rumbo sur: hacia el destino trazado.
Con algunos datos ofrecidos tiempo después por Marcos del Rosario, sabemos que el barco los dejó en la mar no tan cerca de la costa, y azotados por una marejada terrible. El temporal jugaba con ellos agitando el bote de un lado otro. Tal parecía que el mar los quería tragar. Martí con la brújula y Gómez a cargo del timón, pero un fuerte golpe de agua le arranca el timón al general y el bote casi se hace pedazos contra los acantilados; como si el mar no deseara dejarlos llegar a Cuba. Martí entonces se hace cargo del remo de proa; el bote sigue en movimiento desigual en una noche tenebrosa, y pasada las diez y media, de pronto el bote vira, se abren las olas y una playita aparece en forma de una pequeña herradura de arena oscura bautizada por una luna con cierta tonalidad rojiza.
Rebosantes de alegría estaban aquellos hombres por el logro de haber podido desembarcar en Playitas de Cajobabo, costa Sur de la Provincia de Oriente, Cuba. Eran los mantenedores de “un ideal que lleva la muerte al pie”, los que sienten que “el deber cumplido da una luz que no brota jamás de la vida, ni de la tumba de los que lo esquivan”. Tal como el Delegado había dicho en Patria:
“...y nosotros abramos los brazos, a fin de llevar eso adelantado, para que nos claven en la cruz y defendamos con ellos a cuantos compatriotas nuestros se cansen al cabo de esperar en vano...”.
Más, estando José Martí ya en los campos de Oriente, aun existían dudas por el desconocimiento de la grandeza del personaje y olvido de la constante reiteración de ofrendar su vida a la libertad de Cuba, tanto en el gobierno español como en un pequeño núcleo cubano –incrédulos unos, suspicaces otros, escépticos algunos-, sobre si el Delegado llegaría o no, a la guerra. Pero los que amorosa y pacientemente le estudiamos no tenemos la menor duda de que, su concepto del deber lo llevaría –indeclinablemente- a cumplir lo que aparece desde niño como línea de su vida. Olvidan lo que había apuntado fervorosamente en su discurso del 10 de octubre de 1890, en plena preparación de la futura gesta libertadora:
“...El político de razón es vencido, en los tiempos de acción, por el político de acción; vencido y despreciado, o usado como menor instrumento y cómplice, a menos que, a la hora de montar, no se eche la razón al frente, y monte. ¡La razón, si quiere guiar, tiene que entrar en la caballería y morir, para que la respeten los que saben morir...”
El General en Jefe estimaba oportuno que Martí desempeñara el cargo de Delegado desde los Estados Unidos, ya que creía que allí su presencia era mucho mas efectiva para la revolución que en los campos de Cuba. Aunque fueron muchas las observaciones que hizo el General, el Delegado las rebatió con entereza. ¿Con qué derecho y aptitud proclamaría él, en el futuro, la obligación de todos a luchar por la libertad de Cuba? Se había acostumbrado a poner el vivo ejemplo de su vida a todos sus ideales. Esa fue la causa principal por lo que su genio inigualable no dominó los impulsos de su corazón y su conciencia. Deseaba ir a luchar y debía ir, a más de estar convencido de que su presencia en Cuba era tan útil, al menos, como afuera.
Sin embargo, lo que confirma el propósito jamás olvidado por el Apóstol de venir a la guerra es lo que, en momento definitivo, escribe al amigo dominicano, Federico Henríquez y Carvajal, participándole su decisión de acompañar a Máximo Gómez y el propósito, que acaso le seria dable, de estar alternativamente en la guerra y fuera de ella:
“...De vergüenza me iba muriendo –aparte de la convicción mía de que mi presencia hoy en Cuba es tan útil por lo menos como afuera, -cuando creí que en tamaño riesgo pudiera llegar a convencerme de que era mi obligación dejarlo ir solo, y de que un pueblo se deja servir, sin cierto desdén y despego, de quien predicó la necesidad de morir y no empezó por poner en riego su vida. Donde esté  mi deber mayor, adentro o afuera, allí estaré yo. Acaso me sea dable u obligatorio, según hasta hoy parece, cumplir ambos. Acaso pueda contribuir a la necesidad primaria de dar a nuestra guerra renaciente forma tal, que lleve en germen visible, sin minuciosidades inútiles, todos los principios indispensables al crédito de la revolución y a la seguridad de la república...”
Posiblemente habían algunos patriotas que no lo deseaban en la manigua cubana. Estaba pendiente un difícil tema a discutir: la forma de gobierno en la nueva república.  Gobierno civil como siempre declaraba José Martí, o un gobierno con ribete militar como deseaban unos pocos del ejército mambí de la Guerra Grande. A José Martí le era de vital importancia llegar a la región camagüeyana, a discutir el futuro de la República de Cuba en Armas.

Disfrutando el ambiente de tierra adentro
"Día Mambí"
Pocas horas después de su desembarco en Playitas de Cajobabo, cubanos y dominicanos que habían jurado que Cuba seria libre,- abandonan la “playa de piedras y espinas”  a iniciar tierra adentro la ingente lucha por la libertad del país. Con la emoción palpitando en todo su ser empezaría el escritor a relatar en su diario de campaña las actividades, los incidentes, las emociones y el contacto con aquellos que estaban dispuestos a dar la vida por hacer a Cuba libre del yugo extranjero, …y ademas a “concertar las voluntades, para los golpes primeros, y dar a la guerra forma y significación”. Embriagado por el ambiente patrio que tanto idealizó en sus amargados destierros, pinta el estado de su alma, desde las montañas de Baracoa, con estas sublimadas expresiones:
“... Refrenaré mis emociones. Hasta hoy no me he sentido hombre. He vivido avergonzado, y arrastrando la cadena de mi patria, toda mi vida. La divina claridad del alma aligera mi cuerpo. Este reposo y bienestar explican la constancia y el júbilo con que los hombres se ofrecen al sacrificio...”
El Generalísimo Máximo Gómez, en su diario de campaña puntualiza el día 14 de abril:
“El camino es difícil, trepamos por montañas largas y empinadísimas; la marcha es terriblemente fatigosa y cargados como vamos todos, caminamos a puros esfuerzos. Nos admiramos, los viejos guerreros acostumbrados a estas rudezas, de la resistencia de Martí que nos acompaña sin flojeras de ninguna especie, por estas escarpadísimas montañas.”
El Delegado lo fija en su Diario, como el Día Mambí y lo trasunta en esta breve escena de la campiña en tiempos de guerra:
“..Salimos a las 5. A la cintura cruzamos el río, y recruzamos por él, bayás altos a la orilla. Luego, a zapato nuevo, bien cargado, la altísima loma, de yaya de hoja fina, majagua de Cuba, y cupey de pina estrellada. Vemos acurrucada, en un lechero, la primera jutía. Se descalza Marcos, y sube. Del primer machetazo la degüella: “Está aturdida”: “Está degollada”.
Comemos naranja agria, que José coge, retorciéndolas con una vara. “¡qué dulce!  Loma arriba. Subir lomas hermana hombre. Por las lomas llegamos al Sao del Nejesial: lindo rincón, claro en el monte, de palmas viejas, mangos y naranjas. Se va José. Marcos viene con el pañuelo lleno de cocos. …Descanso en el campamento. Cesar me cose el tahalí. Lo primero fue coger yaguas, tenderlas en el suelo. Gómez con el machete corta y tira hojas para él y para mi. Guerra hace un rancho; cuatro horquetas: ramas en colgadizo; yaguas encima, todos ellos, unos raspan coco, Marcos, ayudado del General, desuella la jutía. Las baña con naranja agria, y la salan. El puerco se lleva la naranja; y la piel de la jutía, en la parrilla improvisada, sobre el fuego de leña…”
De pronto lo interrumpe un ruido extraño que surge en medio de la vereda y saltan hombres gritando: “¡Hermanos!” “Ah, hermanos!” oigo decir, y nos vimos en brazos de la guerrilla baracoana de Félix Ruenes...”
Es el primer contacto de Martí con una fuerza libertadora organizada, en cuyos “50 hombres armados de buenas armas” nota él, complacido, la presencia de “un asturiano y un vizcaíno”, cual para dar fe de la efectividad de su fraternal llamamiento a los liberales españoles para que sirvan, como en otros países de América, a la independencia de Cuba.
Poco después continúan hasta el rancho de Tavera donde acampa la guerrilla. Ruenes los presenta y allí hablan el Generalísimo y el Delegado. Poco después vuelven hablar  porque ambos son oradores que no ven“en el sacrificio de la palabra hablada, seductor para otros, más que el servicio de concordia y fundación que con ella pueda prestar a su pueblo”.  En varias oportunidades habló Martí, hasta cinco veces, con el mismo empeño de fijar en la mente de los soldados libertadores su pura, inmortal doctrina republicana y civil.
Al caer la tarde del 15 de abril, estando en fila la gente, sale a la cañada Máximo Gómez con Paquito Borrero, Ángel Guerra y Félix Ruenes.
 

No hay comentarios:

Páginas