¿Ves esa vieja escuálida y horrible? Pues oye; aunque parézcate imposible, fue la mujer más bella entre las bellas; el clavel envidió sus labios rojos, y ante la luz de sus divinos ojos vacilaron el sol y las estrellas.
Y hoy... ¿Quién puede quererla? ¿Quién un beso podrá dejar en su semblante impreso? ¡Yo! -me dijo un extraño que me oía- Yo que por ella en la existencia lucho, que soy feliz cuando su voz escucho... ¡Esa vieja es la hermosa madre mía!
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