El Miami de ayer
Se nos ha ido aquel Miami de los primeros años de exilio cuando los cubanos vivíamos con las puertas de la cocina abiertas y por las noches se quedaban en el jardín las bicicletas y las pelotas de básquetbol y al otro día las encontrábamos en el mismo lugar donde las habíamos dejado.
Se desapareció aquel Miami de colegiales bien vestidos: los varones con pantalones hasta los talones y con los calzoncillos en su lugar, debajo de la ropa; y donde las muchachas vestían bonito sin necesidad de enseñar el ombligo o la retaguardia. Donde los programas de la tele que ponían al atardecer los podía ver toda la familia sin avergonzarse, sin que los abuelos se ruborizaran.
Se desapareció para siempre ese Miami donde se podían comprar los mandados semanales por $50 por familia. El pollo a $0.19 la libra; el café La Tacita a $0.79 y con su tacita y su platico de regalo. El detergente de caja gigante $1.79. Todavía tengo una vajilla del desaparecido mercado Grand Union que se iba reuniendo poco a poco con la compra semanal. ¡Y aquellas inolvidables Green Stamps que daban en los supermercados!
Ese Miami donde nuestros hijos podían montar bicicleta por el barrio sin temor a que los molestara algún depravado. Donde era seguro salir a la calle sin temor de ser asaltados. Muchas veces fui por la noche caminando con mis hijos a Walgreens.
Me acuerdo de aquellos sábados despreocupados y felices de paseo por el downtown.
Hoy está nuestro querido Miami en la lista de las ciudades más peligrosas y más pobres de la nación. Y además, entre las que más le han robado al Medicare.
A nuestros políticos les quiero enviar este mensaje: tenemos que hacer algo, pero ya, para que nuestro Miami vuelva a ser una ciudad segura, limpia, atractiva para el turismo y para los inversionistas, y que podamos dejar en el pasado la mala fama que ensombrece a nuestra ciudad del sol.
Martha Pardiño
Miami
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