Cuando alguien nos pide sinceramente perdón por una profunda ofensa, es necesario perdonar, pero cuando no se nos pide, lo mejor es olvidar, porque el rencor nos roba la paz y nos endurece el alma.
El rencor es un sentimiento que no sólo envenena el alma, sino que, como toda emoción negativa, repercute en nuestro organismo, menguando nuestra salud.
Cuando alguien siente rencor o sus pensamientos están impregnados de odio, tanto la presión arterial como el ritmo cardiaco se incrementan más allá de lo normal, ocasionando a quien alberga estos sentimientos negativos, algunas veces llegar hasta perder la salud y no disfrutar las cosas bellas de la vida.
Los fanáticos, por lo general, se dejan llevar por las pasiones que los ciega y les nubla la razón y esto, consecuentemente, los convierte en seres rencorosos porque no pueden perdonar a quienes no piensen como ellos.
El rencor es una enfermedad del alma, es una carga muy pesada que arruina la mente, roba la tranquilidad y endurece el corazón. Pero tiene cura, ésta se encuentra en deshacerse de su principal causa, la ira. Cuando alguien se enoja y no puede controlarse, le está dando paso a que el rencor penetre a su ser.
Quien es incapaz de perdonar, o por lo menos olvidar las ofensas, debe ser alguien que se cree que es perfecto, y ningún humano lo es.
Claro, es muy importante mantener en alto la autoestima, es decir, el respeto hacia nosotros mismos y pensar que si alguien pretende ofendernos, en nosotros está el aceptar o ignorar la ofensa. Si se acepta, quien ha tratado de denigrarnos habrá logrado su objetivo, pero si lo ignoramos, quedará frustrado porque le hemos cerrado la puerta de nuestros corazones para que logre su objetivo. Por lo tanto, en nosotros está aceptar o rechazar las ofensas.
El peor desprecio que se le puede hacer a alguien que trata de ofendernos es ignorándolo y así habremos derrotado de paso al destructor rencor.
Una sonrisa logra mucho más que un rostro en el que se refleja el odio.
José M. Burgos S.
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