Publicado el sábado, 01.18.14 en el Nuevo Herald
Tres sabias preguntas
Hace poco leí un curioso cuento de León Tolstoi. Según cuenta esta historia, un buen día cierto emperador de un pequeño reino expresó que si el supiera la respuesta de tres preguntas nunca jamás perdería la equidad y la justicia. Al efecto, promulgó un decreto real anunciando las preguntas y estipulando que aquel súbdito que respondiera adecuadamente recibiría una gran recompensa.
Las preguntas eran las siguientes: ¿Cuál es el mejor momento para iniciar una actividad? ¿Quiénes son las personas más importantes con las cuales me tengo que relacionar y ocuparme de ellas? ¿Cuál es la tarea más importante que debo hacer en todo momento?
Después de un tiempo prudencial, el emperador no estuvo satisfecho con la diversidad de respuestas recibidas. Sus consejeros le indicaron que quizás un viejo ermitaño que vivía solo en una montaña cercana tendría la respuesta. El emperador se disfrazó de campesino y pidió a su escolta que se quedara abajo.
El ermitaño lo escuchó atentamente. Pero no contestó y siguió trabajando en su huerta. El emperador le dijo que se veía cansado y que le iba a dar una mano.
Casi al atardecer, de repente un hombre de barba blanca salió del bosque aledaño, aguantándose el vientre con las manos, y cayó desmayado a unos pasos de la huerta. Ambos vieron que estaba herido. Lo curaron lo mejor posible y lo trasladaron al refugio del ermitaño. Al día siguiente, el herido, recuperado, reconoció al emperador. Y le dijo: “yo soy tu enemigo. Me enteré que venías solo a esta montaña y quise subir para ajusticiarte, pues tú mataste a mi hermano y expropiaste sus propiedades, pero tu escolta me reconoció y me hirieron en el vientre. Sin embargo, tú me has salvado y te pido perdón. Si vivo te prometo que seré tu servidor incondicional para siempre”.
El ermitaño se levantó y le dijo al emperador: tus preguntas han sido contestadas. Ayer me ayudaste en la huerta, cuando estaba desfallecido. Si no te hubieras quedado conmigo, habrías encontrado a este atacante en tu camino cuesta abajo, y después me ayudaste a atender su herida, y pudiste reconciliarte con él. Recuerda siempre: el momento más importante es ahora y las personas que tienes que ocuparte son aquellas que están cerca de ti. Y la tarea más importante es servir.
Marino López-Blanco
Key Biscayne
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