27 ene 2015

Mitos cubanomiamenses


Publicado en El Nuevo Herald
1/26/15

Circula incuestionada la versión de que los cubanos llegados a Miami poco después de 1959 eran educados, acaudalados, religiosos y amantes de la democracia. Hubo de todo.
Cubanos de diferentes estratos socioeconómicos se exiliaron motivados en parte por ideales; no querían, por ejemplo, que sus hijos se educasen bajo el marxismo ateo. Entre los acaudalados hubo muchos que dejaron el país insular por haber perdido sus industrias, comercios y fincas; si el gobierno castrista hubiese limitado las expropiaciones a las multinacionales y latifundios baldíos, no pocos empresarios y terratenientes se habrían quedado en la patria. Después de todo, en Cuba no había democracia desde 1952, y a muchos ricos no les importaba demasiado; de modo que en la sexta década del siglo XX ya hubo emigrantes económicos. También emigraron profesionales que perdieron la práctica privada.
Prevalece la impresión de que los cubanos salidos por Mariel, año 1980, eran delincuentes comunes y locos de Mazorra (hospital psiquiátrico). En realidad la mayoría de los que vinieron por esa vía eran honestos y cuerdos. Muchos llegaron lo suficientemente jóvenes como para matricularse en universidades y hacerse de profesiones.
Se piensa que Cuba es un país donde la gente se pasa el día llorando por la pobreza y opresión en que viven. Lo cierto es que el ser humano cuenta con mecanismos psicológicos de defensa para sobreponerse a las penas. Eso explica que en Cuba haya fiestas, baile y mucho chiste. Por supuesto que las remesas de dinero ayudan a que los destinatarios se enjuguen las lágrimas, y que por capilaridad los dólares se compartan con quienes no reciben nada.
También se cree que los cubanos que han llegado a Miami en los últimos años son chusmas de “¡Asere, qué volá!” Nada más falso. En la ex Perla de las Antillas sigue habiendo educación primaria, secundaria y universitaria. En Cuba no faltan bibliotecas, teatros, cines y clubes juveniles con acceso al intranet, redes internas; la conexión a internet exige pago. Hay música clásica y ballet, así como museos. De modo que, a pesar del empobrecimiento, todavía existen cubanos educados en la Isla. Los que llegan ahora a Miami en busca de mejores condiciones de vida, también desean que en su patria la gente pueda opinar sin caer presa; no son emigrantes puramente económicos, o sea, carentes de aspiraciones democráticas.
EDUARDO M. BARRIOS
MIAMI

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