8 mar 2010

Lurigancho: campo de batalla, miseria humana, "minita de oro".


Por: Claudia Valdeiglesias Añorga,
periodista peruana

Lurigancho. El penal más grande del Perú es por dentro un verdadero infierno.

En Agosto 2,009 National Geographic difundió en todo el mundo el reportaje “Las cárceles más peligrosas del mundo”. Se refería a Lurigancho de Perú y Santa Marta de México. El informe se iniciaba mencionando que esas cárceles “no tenían nada que ver con las de Europa o Estados Unidos”.

“Los guardias controlan los muros, pero al interior los presos toman el control. La violencia y el hambre campean. Lurigancho es una de las cárceles más grandes del mundo. Con una capacidad para 1,500 hombres, acoge a 10mil. Los 21 bloques que la conforman, suelen estallar en guerras. Es una bomba de tiempo”, continuaba el reportaje.

Un informe periodístico reciente de la televisora local Panamericana Televisión reveló con imágenes, que “dentro del pabellón 11 del penal de Lurigancho se organizan fiestas con luces sicodélicas, licor, drogas y orquestas en vivo”.

La prensa peruana añadió que la entrada a estas reuniones tiene un valor entre 10 y 20 soles (3 y 6 dólares), la lata de cerveza es vendida a 11 soles (3,6 dólares) y la droga elaborada por los propios reclusos, se vende a un sol (33 centavos de dólar).

Violencia en otros penales
El 09 de Enero último, el director del penal Castro-Castro, Manuel Vásquez Coronado, recibió en la puerta de su casa tres impactos de bala en el rostro. A fines de Enero la policía informó que Mamerto Florián López “Cojo Mame” fue el autor intelectual y ordenó matarlo por haberle quitado los beneficios de “cárcel dorada” que gozaba el conocido delincuente y extorsionador.

En mensaje televisado el Ministro de Justicia Aurelio Pastor, daba cuenta de la excelente gestión que venía llevándose a cabo al interior de los penales y habló del incidente Castro-Castro como un hecho aislado, no sin antes ofrecer el pésame a la familia del difunto.

Ver para creer
Sucedidos los acontecimientos relatados, la pregunta era si había cambiado en algo la situación de Lurigancho respecto del informe de Nat Geo y respecto a la tibia denuncia de la prensa local.

Inicié entonces, con la idea de dar a conocer lo que descubriera, una serie de visitas al penal. Primero traté infructuosamente de entrevistarme con su actual director, el Coronel García. Luego con el segundo, que nunca me quedó claro si era o no el recién ascendido Comandante Gil.

En concreto, jamás logré una entrevista oficial con ninguno de ellos. Muy por el contrario, la “sugerencia” de la llamada plana menor, era que “no insistiera”. Lo que descubrí en mis conversaciones con algunos de ellos, los presos y sus familiares, fue más que revelador.

Los ingresos al penal
La primera de mis visitas fue probablemente la más accidentada. Bajo un sol inclemente la cola que hacia a las 11 de la mañana fuera del penal, parecía interminable. Llevaba 40 minutos cuando crucé la primera puerta. Un policía marcó con plumón mi antebrazo derecho con el número 2,361 luego de mirar de reojo mi DNI (Documento de identidad nacional).

Unos metros más adelante otro policía puso un sello ilegible arriba de los números, reclamando siempre que le presentara el DNI.
Las mujeres se veían todas tensas y apuradas. Cargaban agua, gaseosas, comida, ropas. La cola continuaba en una especie de laberinto donde un grupo de mujeres vendía todo eso y más.

De pronto uno de los guardias opinó que mis sandalias “tenían taco y que tenía que regresar”. Yo no entendía bien qué pasaba. Una morena avispada a la que “mi problema” estaba retrazando, me ordenó: “dale un sol, apúrate” dijo secamente.
Atontada puse el sol en la mano del policía que tenía estirada hacia mí.

La inspección que seguía era más lenta aún porque se revisaban los víveres. Había varias colas y se podía escoger a cual ir a parar. La mujer joven que venía adelante mío hizo un quiebre veloz hacia la derecha. No pudo evitar pisarme y me dijo: “esa es una mierda”.

Inconcientemente la seguí. Ella siguió renegando: “Con esa mujer nunca. Te quita todo.” Efectivamente, pude comprobar que así era. Con el rabo del ojo miraba hacia mi derecha y veía que la mujer policía retenía jugos y cualquier otra cosa. Me animé a conversar con Gisela. Así se llama la chica que me pisó.

Estaba todo claro entonces. Cada parada era motivo de “equivocarse en algo”. Si llevas el zapato inadecuado, lentes de sol, colores oscuros, escotes, polo o falda “corta a criterio del policía”. Todo es motivo para que tengas que darles un sol. “Y son más de 10 “tombos” (policías) con los que te vas a cruzar antes de entrar. Así que mejor te apuras. Pasar desapercibido es la clave”, me informó Gisela.

Luego vino la revisión corporal y pasar la comida junto al hocico de un perro. También llegó el tercer sello en el antebrazo. Era una mamá cargando un niño. Gisela seguía a unos centímetros por delante. Se había convertido en mi guía. Cuando pasamos al último hombre policía y nos estamparon el cuarto y ultimo sello -ahora en forma de perrito-, soltó la carcajada: “Como si adentro no hubiera droga. Hay de todo” me dijo.

Minita de oro
J. Vargas P. es un sub oficial del INPE (Instituto Nacional Penitenciario de Lima). Alto, moreno, de sonrisa franca, accedió a conversar conmigo una mañana en la que gracias a mi conocimiento del “procedimiento” hice mi periplo en mucho menor tiempo.

Aprendí que debía llevar varias monedas de un sol y medio sol, porque con suerte algunos las aceptan. Incluso la cola de 40 minutos de la entrada, la podía obviar con 4 ó 5 soles. Todo tenía un precio.

“Varguitas” como le dicen sus colegas, como suboficial del INPE, anda molesto con el sistema. Sabe que según las leyes peruanas es su Institución la que debe custodiar al interior del penal, pero la Policía Nacional según comentó “se zurra en eso. Esta es su “minita de oro” y están metidos hasta los directores”.

Para el suboficial, el INPE nunca logrará tener más de un 10% del control. Uno de los mayores negociados es la comida de los presos. “El Estado Peruano asigna una presupuesto de 12 soles diarios por alimentos para cada interno, pero la Policía gasta menos de 5. Más de 7 soles diarios se quedan en el aire y se los reparten “las cabezas”. Son más de 10mil raciones diarias, así que, imagínese!” dice con cara de asco.

Respecto al “control” de los innumerables ingresos al penal, Varguitas sacaba la cuenta: Los registros oficiales del INPE cuentan entre 6mil y 7mil visitas por día. Y son 3 días de visita semanal: dos de mujeres, uno de hombres. Me preguntaba: ¿Usted cree que dejarán la mamadera?

Campo de batalla
Hace sólo tres semanas ha muerto un interno que subido en el techo de un pabellón tiraba piedras al bando contrario en una gresca descomunal, originada después de un partido de futbol.

Pingüino es un preso por extorsión que tiene 11 meses en Lurigancho y sigue sin ser sentenciado. Respecto al día que falleció el hombre que tiraba las piedras, me informó: “y eso no fue todo. Unas horas más tarde, cuando bajé al patio y estaba todo calmado, encontré tirados en el piso un par de dedos. Acá la gente es brava, no cree en nada.”

No recordaba haber oído nada sobre alguna muerte en el penal, recientemente.
Le pregunté: ¿Vino la prensa?
A lo que me contestó: “que ni venga. Sólo van a sacar lo que les interesa.”

El y su compañero de cuarto, Janus, hablan sin tapujos. “Todos acá tienen celulares, armas, computadoras y lo que se necesite. Solo hay que negociar con la tombería (la Policia Nacional). Los misios (pobres) se hacen sus propias armas. Ellos si estan fregados porque acá todo es plata”.

Un oasis en el desierto
Lurigancho, gracias al INPE, tiene un Pabellón Industrial. Un lugar que alberga a algo menos de 400 internos que trabajan y aprenden oficios como: carpintería, cerámica, fabricación de polos, refrigeración y mecánica de autos.

Todo se hace con los recursos de los mismos internos. Para hacer cerámica deben, para comprar moldes y materiales e invertir entre 150 y 300 soles que equivalen entre 50 y 100 dólares

Es iniciativa de cada quien buscar la forma de entrar a este pabellón. Pero sin dinero por lo menos para el arranque, no es posible.

El fulbito es el deporte más común. También hay gimnasios en algunos pabellones. Las pesas y escasas máquinas son bastante antiguas en su mayoría.

Aspectos legales
En Setiembre del año 2,002 ante la grave situación penitenciaria, por hacinamiento, violencia y descontrol, se crea una Comisión Especial conformada por 6 juristas, encargados de elaborar el Plan Nacional de Tratamiento Penitenciario del Perú. Dicho documento se concluye en el 2,003 y tiene carácter de ley según Resolución Ministerial 085-2003.

Básicamente lo que esta ley propone es una profunda reorganización en el sector, tanto en cuanto a infraestructura: construcción de cárceles, mejoramiento de las actuales, como en llevar adelante, por parte del personal del INPE, un plan llamado de las 3 “R”: Rehabilitar, Regenerar y Reinsertar al interno.

Asimismo la ley propone asignarle al INPE el presupuesto que le permita cumplir su labor y delimitar las funciones de la Policía Nacional exclusivamente al ámbito externo de los penales.

En el 2,006, CEAS –Comisión Episcopal de Acción Social-, un órgano de Servicio de la Comisión Episcopal Peruana orientada a estudios en el ámbito de los derechos humanos, justicia, democracia, desarrollo y paz, publicó el último estudio serio de la situación de las cárceles en el Perú: “La realidad en el sistema penitenciario en el Perú”.

En este informe, CEAS hace un resumen detallado del avance de los últimos años. En la página 16 del informe presenta un desolador cuadro de resultados: ausencia de voluntad política de cambio, ausencia de una política de reinserción al interno, entre otras.

Respecto al Plan Nacional de Tratamiento Penitenciario, CEAS informa que el avance es nulo. Respecto a las 3 “R”, es decir el tratamiento rehabilitador del interno, concluye en su página 19 que “se conocen casos en los que el interno se ha rehabilitado “a pesar” de la cárcel, pero en ningún caso “gracias a ella”.


La población interna
CEAS señala en su informe que en el Perú existen actualmente 34mil presos, de los cuales casi 10mil están en Lurigancho.

También menciona que la población en los penales crece cada año en un 12 a 13 por ciento y que el 70 por ciento de los internos están en calidad de “procesados”. Sólo el 30 por ciento ha sido sentenciado.

Según fuente estadística del INPE, de ese 70 por ciento de procesados, la mayoría debe esperar uno o más años para ser condenado o dejado en libertad.

Opinión de un penalista
El Dr. Adolfo Bazán Gutierrez, Reg. C.A.L 31398, penalista, informa lo siguiente: “Es clara la ley en darle la responsabilidad y autoridad al INPE para la administración de las cárceles. Pero existe un conflicto de intereses tan grande y a tan alto nivel, que la Policía Nacional sigue siendo quien lleva el control, sobretodo en penales tan “rentables” como Lurigancho”.

“Las celdas se alquilan o se venden, el presupuesto de la alimentación diaria por preso es manipulada y no llega a su destino, la corrupción impera a todo nivel. Las coimas funcionan desde el ingreso de los familiares - y son miles diarios- hasta el ingreso de drogas, licor, artefactos eléctricos, armas, damas de compañía y todo lo que se pueda imaginar. Todo tiene un precio. Todo se puede hacer.”

Los internos deben “colaborar”
Las visitas efectuadas dentro de los 21 pabellones de Lurigancho a diferentes presos, me han servido para confirmar un secreto a voces: Todo cuesta en Lurigancho, incluso dormir. Una cama donde duermen 15 a 20 personas, cuesta 2 soles semanales. En una celda menos hacinada la cama cuesta hasta 30 soles semanales.

Con esta modalidad la persona “se hace de un pabellón”: es decir pasa a ser parte de uno de ellos y por lo tanto debe “colaborar” con el sistema. La comida supuestamente es gratis, pero el preso que quiere comer de la paila tiene que pagar una cuota semanal. Cuando los “regentes” de su pabellón hacen actividades como venta de comida extra u otros, esta obligado a seguir “colaborando”.

Los que no tienen un lugar para dormir, son los que no tienen dinero –el Perú es un país que aún tiene 14% de pobreza extrema-. A ellos les llaman los “rufos”. Son los parias que duermen en los patios, en los techos, literalmente en cualquier rincón. Algunos son lisiados, débiles mentales, drogadictos o tienen VIH. Son mendigos permanentes, indigentes de los que emana miseria humana por todos los poros. En Lurigancho son miles.

Lugares para la élite
En los pabellones 7 y 9 donde van los internos por narcotráfico, hay celdas individuales que se alquilan hasta en 300 dólares mensuales. Son de 2.5m2 por 2.5m2 como mínimo, tienen frio-bar, TV, cable, y baño incorporado. Pero estas celdas también se compran. Su precio oscila entre 3mil y 5mil dólares.

Efectivamente hay fiestas, con luces, con drogas, y en los kioscos de los pabellones se puede encontrar desde licores de un sol, hasta wisky importado.

En el mundo de Lurigancho hay de todo. Incluso una Notaria que certifica todas las operaciones de compra y venta de celdas.

Concluyamos
Las visitas se dan 3 veces por semana en un promedio de 6mil por día. Hay 18 mil personas a la semana y 72 mil al mes visitando la cárcel, expuestas a los “requerimientos de dinero” de los custodios. En su gran mayoría es gente pobre que calla por ignorancia o temor a represalias.

Menos del 40% de los fondos destinados a la alimentación de los 10 mil presos llega a los internos. La paila es una comida repugnante que se mal prepara con una parte de lo que el Estado asigna como presupuesto para este fin.

Por las estadísticas del INPE sabemos que sólo el 30 por ciento de los presos ha sido enjuiciado. 70 por ciento son procesados.

La única tabla de salvación que tiene Lurigancho es el Pabellón Industrial donde trabaja, aprende y hace algo productivo sólo el 4% de toda la población del penal. Si el preso no tiene dinero no puede acceder a esto, pues cada actividad debe ser subvencionada por el propio recluso.

La cárcel de Lurigancho es una verdadera jungla donde no orden ni un programa de reinserción.

Todo sucede a vista y paciencia de los policías. Ellos no ignoran nada. Son los “facilitadores” del sistema. Ellos ingresan las cosas prohibidas, ellos cobran por todo y son el verdadero anti-sistema.

¿Hasta cuándo?

¿Desconoce el Ministro Pastor, de la cartera de Justicia, esta realidad? Sus declaraciones recientes, a la luz de estos hechos, realmente dan pena.

¿Por qué la prensa nacional no se ha “enterado” de los negociados y se ha limitado a “denunciar” las fiestas de los presos?

Cualquier persona, con un mínimo de sentido común, al ingresar al patio central de Lurigancho y encontrar gente tullida arrastrándose por el piso, ciegos y todo tipo de indigentes clamando por un centavo de limosna, tendría que preguntarse ¿y cómo funciona aquí el sistema?

En ese momento cualquier interno informará que las celdas se venden y se alquilan. Que los dueños de ellas son presos con dinero. Que no hay justicia que les alcance en ese lugar, ni para lo más elemental: la comida.

Esto es sólo la punta del iceberg.

El periodismo peruano esta de luto por no denunciar estos hechos.

Fuentes:
Plan Nacional de Tratamiento Penitenciario http://www.congreso.gob.pe/comisiones/2004/ceriajus/planNacPenitenciario.pdf
CEAS - http://www.ceas.org.pe/CAMPANAS/Realidad%20Sistema%20Penitenciario.pdf
INPE www.inpe.gob.pe
Panamericana Televison
Diario El Comercio
Declaraciones de internos
Declaraciones de personal del INPE
Declaraciones de personal de la Policía Nacional
Declaraciones de familiares
Declaraciones de abogado penalista

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