10 may 2010
Democracia, República y el Tribunal Supremo
Por Fernando J. Milanes, MD
Nuestro Presidente Obama ejerciendo su derecho como ejecutivo, nomino hoy a Elena Kagan a ser parte del Tribunal Supremo del País. Al Senado le corresponde ahora cumplir con su deber de recomendar y aceptar al candidato. En los últimos años este proceso se ha “bastardizado”, convirtiéndose en un espectáculo partidista donde mecanismos legales, pero no establecidos para ese objetivo, como la exigencia de 60 votos (filibuster) se utilizan. Esperemos que la minoría Republicana no imite las acciones del Senado Demócrata anterior que uso esta táctica. La nominada luce tener suficientes calificaciones para, después de las necesarias y justificadas averiguaciones, se apruebe.
El Tribunal Supremo es el poder gubernamental que garantiza a nuestra Constitución y por ende defiende los derechos individuales que esta exige y definidos por los diez primeros cambios a esta (Bill of Rights). Los EEUU no se definen como una Democracia sino como una República. Nuestros fundadores, huyendo del sistema Europeo de una Democracia Representativa y evitando el poder ilimitado de la mayoría o el “despotismo electo”, como describió Jefferson y muy bien ejemplarizado hoy en día por Venezuela, Bolivia, Ecuador, entre otros países, separo los poderes de una manera que evitaba esta posibilidad. La clave de esta garantía esta precisamente en el Tribunal Supremo, cuya función principal es interpretar y defender la letra y el espíritu de nuestra ley principal de las posibles disposiciones de una mayoría que pudiera controlar temporalmente al poder legislativo. Estas preocupaciones de nuestros fundadores de defender “los excesos de una Democracia” y evitar una “tiranía de la mayoría”, no invalidan la idea de un sistema basado en un poder popular. La Constitución, a su vez, es suficientemente flexible para, bajo la interpretación del Supremo, transformarse a los distintos requerimientos, consecuencia del paso del tiempo. Este proceso de adaptación, no debe confundirse con deberes de justicia social, igualdad ciudadana, ni interferencia con la vida de la población, poderes que son exclusivos del Poder Legislativo. Como observo James Madison; “la igualdad ciudadana expresada por los políticos gobernantes en un gobierno democrático, es repugnante para y la antítesis del sistema Americano tradicional, una República, cuya población forma un gobierno y le permite poseer poderes justos y limitados con el simple objetivo de mantener y defender los derechos dados por Dios a cada individuo”.
En el presente tenemos un gobierno activista que al dominar dos de los tres poderes del País está tomando medidas que resultan en un mayor control central sobre los derechos individuales. Es posible que se establezca un sistema de una Democracia con una mayoría omnipotente que decida el bienestar de todos y que remplace la responsabilidad individual a cambio de beneficios superiores para muchos. También es una realidad que una gran parte de la población actual desea esta forma de gobierno. No pertenezco a este grupo. Creo que la belleza y el éxito de nuestro País estriban en la visión de nuestros antepasados de crear una República con un sistema exclusivo en el mundo, que con el paso de los años ha demostrado su superioridad vis a vis al Europeo. Futuras elecciones y el comportamiento del Tribunal Supremo determinaran nuestro destino.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario