5 jun 2010
La magia de volar
Amelia M. Doval
Cuando se traspasan las puertas de un aereopuerto y se arriba a un nuevo país, se siente el miedo de lo desconocido y el sabor a curiosidad. Detrás quedó la duda que cualquier puesto fronterizo siembra en el alma.
Conocer las costumbres y visualizar el terreno no es tarea de horas, gracias a la internet la cercanía es mucho más real. Cerrado el ciclo de los días disponibles para relajar el alma vienen a la memoria las horas de felicidad, las fotografías y los rostros que junto a la comida, el hotel y los amigos han sido la atmósfera perfecta para disfrutar fuera de la rutina diaria.
Vacacionar es un arte, un proceso que comienza justo en el momento donde se decide detener la rutina del diario avanzar entre papeles y trabajo. Quedarse en casa un agosto caluroso o un abril de sol y lluvia puede ser gratificante pero, no se puede negar la adrenalina que despierta buscar en la internet un buen precio para escapar en la aereolinea más económica, mientras el hotel y las ameneidades forman un conjunto. En esos momentos nadie se cuestiona si la atención será buena o mala, cada vacacionista prefiere concentrarse en la maravilla que descubrirá cuando descienda del avión.
Todo está planificado, nada debe salir mal. La tecnología facilita el vuelo. Chequear los pasajes pueden ser un acontecimiento de rutina. Hay quienes les gustan los viajes cortos pero también aquellos que disfrutan las largas horas de vuelo como colofón de un sueño paradisiaco. Para esos, seleccionar la ropa adecuada o instruirse sobre los primeros pasos una vez se pasa emigración, son datos imprescindibles.
Llevar mangas largas, zapatos cómodos, pantalón, garantizan que cualquier fallo técnico puede ser sorteado con ropas prácticas que protejan la piel. La seguridad que ofrece controlar la situación en el vuelo es uno de los primeros retos, por eso una vez que se localiza el asiento lo más importante es buscar la puerta de emergencia y contar la cantidad de respaldares que hay entre uno y otro. La electricidad es lo primero que falla cuando hay emergencias y conociendo el terreno, llegar a la salida es una tarea menos difícil. Los primeros minutos de vuelo son los más peligrosos, seguir las instrucciones de las aereomozas evita pensar en el peligro. El cinturón de seguridad y las normas exigidas protegen en cualquier momento.
Trabajar en el aire es un riesgo en todos los sentidos a ellos se les debe agradecer en primer y último lugar haber logrado unos días de felicidad, sin la destreza, la cortesía y los pasos casi marcados como piezas de baile de salón, un vuelo dejaría de tener parte de su atractivo.
Miami, Fl
dovalamela@yahoo.com
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