13 jul 2010
Comentario de Martha Pardino
Víctor, como yo viví los primeros años de la dictadura castrista, cuando estuvimos presos Alberto (dos veces) y yo una, y vi, con estos ojos que algún día se cerraran para siempre, como hasta nuestros propios compañeros del banco después de salir de la prisión, nos declararon personas no gratas y no nos dejaron ocupar nuestros puestos de trabajo en el Banco Hipotecario Mendoza, y para castigarnos nos mandaron a unos bancos en pueblos lejanos en la misma Habana, a mi para El Cotorro y a Alberto para Guanabacoa, y ya, repito, en esos primeros años (nosotros abandonamos Cuba en julio de 1962), el régimen castrista había formado milicianos, comités de defensa en todas las cuadras, amigos que antes compartían con uno, eran los espías que nos echaban para adelante porque estábamos en contra de Castro; las envidias eran terribles; las amenazas; la chusmería imperaba en las calles; en fin, todo estaba a revés. Nosotros pudimos irnos antes de que el juicio donde estaba Alberto implicado fuera a la corte, y fue por una toalla que nos tiraron, “ahora no hay quien tire la toalla en Cuba porque puede significar fusilamiento para el que lo haga”.
El que haya vivido en un país donde no se podía opinar sobre el gobierno, ni escribir, donde no te podías reunir con tus amigos porque enseguida iba el representante del comité de barrio y te mandaba a deshacer la reunión. Si te veían bien vestida – con una simple saya y una blusa – pero arreglada y peinada, por la calle te criticaban en voz alta y te decían burguesa. Y si contestabas, te amenazaban con llamar a los milicianos.
Ya al poco tiempo de llegar el tirano a La Habana, había colas para conseguir los productos alimenticios y la leche ya estaba racionada.
Por eso admiro y digo que los disidentes, los presos de conciencia, las Damas de Blanco, Martha Beatriz Roque, los periodistas independientes y todos los hombres y mujeres que trabajan y luchan para tumbar aquello tienen un mérito tremendo y merecen nuestro apoyo.
Un abrazo,
Martha
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