15 feb 2011
La deuda del gobierno con nosotros
Por JORGE J. GASTON
En medio de nuestro diario esfuerzo por sobrevivir, cumpliendo la ley, pagando los impuestos y luchando por hacer de nuestros hijos hombres y mujeres de bien, pasan cosas que nos hacen la vida una tragedia.
¿Quién nos protege cuando vemos los precios del combustible y la canasta alimenticia diaria en una loca escalada alcista e imparable; los seguros de salud, de las casas, los autos; los alquileres de las viviendas y los cada vez más costosos estudios universitarios?
Entretanto, los ingresos permanecen estáticos y tenemos que hacer filigranas para cumplir con nuestras obligaciones, mientras la tasa de desempleo nacional es de más del 9%.
Nuestro sistema económico establece el libre comportamiento de los precios de acuerdo con un mercado regido por la ley sagrada del capitalismo: la oferta y la demanda; cuando hay demanda los precios suben y cuando no la hay, bajan.
A estas alturas, y después de tantos golpes, estamos convencidos de que por muy práctico y correcto que parezca, eso no funciona, al menos para el ciudadano de a pie, el retirado, el de esa clase media casi en extinción.
A nadie se le ocurrió pensar que parejamente con ese inteligente sistema, instituido para beneficiar sólo a las poderosas industrias de productos y servicios, debieron crear algún tipo de protección al esforzado y honesto trabajador víctima de esas locas fluctuaciones de precios que muchas veces han acabado creando crisis inflacionarias de las que el rico siempre ha salido más rico y el pobre, más pobre.
Por una parte, el salario mínimo de $7.25 la hora cubre escasamente los gastos mínimos de los trabajadores. Los retirados, después de una vida de luchas y sacrificios, lo único que tienen para cubrir sus gastos es un escuálido retiro, que aumenta sólo en un dos o tres por ciento. Y por este año y los dos que vienen, ni siquiera ese pequeño aumento nos será concedido.
La prima del Medicare sube sin fallar todos los años. Amenazan con reducir los beneficios del Medicaid. La reforma de la salud sigue siendo una incógnita para muchos y encima los enemigos del presidente Obama ahora quieren derogarla.
Son millones los que carecen de seguros de salud por no poder pagarlos.
Lo de las compañías de seguros de casas es bochornoso. Simplemente deciden aumentar las primas basándose en una serie de cálculos de pérdidas e inexplicablemente las autoridades las aprueban.
A FPL acaban de aprobarle un aumento en las tarifas y la excusa que dan es el aumento en los precios del combustible.
¿Es que esa poderosísima empresa no tiene un fondo de reserva para cubrir situaciones como la que plantean? ¿Es que siempre el consumidor, el humilde trabajador, el ciudadano de a pie es quien termina pagando los platos rotos?
Existen agencias, organismos oficiales y autoridades locales y estatales elegidas por nosotros para proteger nuestros intereses, pero todo queda en una cuestión retórica y abstracta.
Hasta tanto las autoridades locales, estatales o federales no salgan en defensa del consumidor de una manera efectiva, o sea, controlando precios, fiscalizando los gastos reales de las grandes empresas cuando alegan pérdidas u otras excusas para aumentar las primas, o tarifas como las de energía eléctrica, el precio del combustible y otras de vital necesidad, no podremos sentirnos tranquilos y seguiremos haciendo filigranas económicas para hacerle frente a nuestras necesidades más elementales.
En ese aspecto, el sistema ha fallado. Y es el gobierno, a todos sus niveles, el que tiene una deuda con nosotros.
jgastonsilva@yahoo.com
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