8 jun 2011

A mi querida Habana


Recibo muchas fotos por Internet de La Habana de hoy, apuntalada, sucia, menesterosa, como una gran dama caída en desgracia que trata de conservar su orgullo.

Confieso que me niego a abrir esos mensajes, porque yo traje a mi querida Habana, donde nací y donde se abrió la flor de mi juventud, en mi maleta cuando abandoné la isla en 1962.

Yo traje conmigo el olor a café recién colado que de mañana, embriagaba las barriadas habaneras. Traje el recuerdo de los ciento cinco cines donde se proyectaban películas de todo el mundo; la brisa habanera, siempre presente en cualquier esquina de la capital; los sábados de compras, Galiano y San Rafael, el Ten Cent, El Encanto, Fin de Siglo, La Filosofía. El mantecado de La Josefita. El mojito del Floridita. Me traje también en mi maleta La Rampa, el pregonar del manisero en el Malecón, el Cabaret Tropicana y las noches pobladas de estrellas que invitaban a soñar. La luminosidad del sol del mediodía que cubría aquella capital preciosa, otrora una de las más bellas del mundo, hoy sucia, apuntalada y menesterosa, secuestrada desde hace cincuenta y dos años por un tirano que nunca la quiso.

Y al abrir mi maleta me encontré también con las hermosas playas de mi isla, y volví a sentir la espuma de las olas de Santa María del Mar acariciándome los pies al morir en la orilla. Y a mi madre, en el portal de nuestra casita de Vista Alegre, diciéndome adiós; y al frente de la casa, el flamboyán aquel reventando de color adornando toda la calle.

Guardo en mi vieja maleta el tesoro de la añoranza y el recuerdo que nadie me puede arrebatar.

Martha Pardiño

Miami, Fla.

gloriaalejandra@bellsouth.n

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