Publicado el lunes, 06.11.12
Por JORGE RAMOS
No deja de sorprenderme la obsesión del Papa, Benedicto XVI, y de sus hombres en el Vaticano por meterse en las casas, en las camas y, ahora, hasta en los libros de las mujeres. Llama poderosamente la atención como estos sacerdotes supuestamente castos se preocupan tanto por la vida sexual de los otros. Y no contentos con inventarse reglas para todas las mujeres católicas, el Vaticano se ha lanzado con inusual energía contra las monjas norteamericanas que cuestionan sus principios discriminatorios.
El nuevo ataque del Vaticano va en contra la masturbación femenina. Hasta eso quieren controlar. El brazo más intolerante del Vaticano, la Congregación de la Doctrina de la Fe, denunció el libro de la hermana Margaret Farley llamado “Solo amor; marco para una ética sexual católica” ( Just Love: A Framework for Christian Sexual Ethics) en el que argumenta a favor de la masturbación de la mujer, del matrimonio homosexual y del casamiento religioso después de un divorcio.
Sobre la masturbación, la hermana Farley escribe: “Es el caso de muchas mujeres que se han beneficiado dándose placer a sí mismas –especialmente en el descubrimiento de sus propias posibilidades de placer– y eso es algo que muchas no habían experimentado en sus relaciones sexuales con sus esposos o amantes”. Pero para el Vaticano eso es escandaloso y prohibido.
“El uso deliberado de la facultad sexual”, dijo el Vaticano en su crítica a la monja Farley,
“si es fuera del matrimonio, por cualquier razón, pierde su propósito”. Según ellos, en las estrechas paredes del Vaticano, el placer sexual fuera del matrimonio es pecado. Según ellas, el Vaticano no tiene ni idea de lo que habla y ellas hacen con su cuerpo lo que se les pegue la gana.
Las críticas de la Iglesia Católica van más allá de la masturbación. Tradicionalmente ha condenado como un “acto de grave depravación” las relaciones homosexuales y se opone al matrimonio entre personas del mismo sexo. Resulta pasmoso que el Vaticano se ensañe contra un libro escrito en el 2006, que está agotado en las librerías y que ni siquiera se puede conseguir por Amazon.com. Pero su crítica rápidamente lo hará un bestseller.
En este 2012, lejos de modernizarse y escuchar los gritos de cambio dentro de la Iglesia, el Vaticano ha decidido dar marcha atrás. Y su nuevo objetivo son las monjas.
Todo comenzó en el 2008 cuando el Vaticano inició una investigación sobre un grupo al que pertenecen la mayoría de las 1,200 monjas en Estados Unidos (Leadership Conference of Women Religious). Y a mediados de abril de este año concluyeron, como era de esperarse, que las monjas norteamericanas tienen “serios problemas doctrinales” y promueven una agenda de “temas feministas radicales incompatibles con la fe católica”.
Lo que pasa es que varias monjas católicas han salido a defender, públicamente, el derecho de los homosexuales a casarse y han cuestionado el tabú que les prohíbe convertirse, como los hombres, en sacerdotes. En otras palabras, su agenda “radical” consiste en buscar la igualdad y luchar contra la discriminación.
¿Por qué este ataque a las monjas? Porque ellas cuestionan la estructura misma de la Iglesia Católica, basada en la machista idea de que solo los hombres pueden tener el poder. En su crítica a la conferencia de monjas norteamericanas, el Vaticano insiste en que únicamente los obispos, hombres, “son los auténticos maestros de la Iglesia en cuestiones de fe y moral”. Más machista no se puede ser.
A pesar de su instinto inicial de aplacar a las monjas que los cuestionan, el Vaticano haría bien en incluir a más mujeres en sus altas esferas de poder y en escucharlas, en lugar de condenarlas. Tras miles de casos de abuso sexual a menores de edad en la Iglesia Católica en todo el mundo, está claro que el principal problema del Vaticano son sus hombres, no sus mujeres.
Twitter: @jorgeramosnews
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