15 nov 2012





Publicado el 11-14-2012

Cambios clavesen el electorado


Por Uva de Aragón


Concuerdan los analistas. Mitt Romney obtuvo una mayoría de votos entre los hombros blancos de cierta edad, y Barack Obama ganó la de los electores negros, latinos, gays, mujeres, y jóvenes. Lamentablemente, el Partido Republicano se ha reducido a un grupo de hombres blancos, muchos ricos, otros resentidos, enojados. Tienen que dedicar los próximos años a ampliar sus filas, desarrollar un sentido de justicia social y empatía por las minorías, que unidos forman ahora la mayoría y tiene un peso importante en los resultados electorales. De lo contrario, no ocuparán de nuevo La Casa Blanca por muchos años. Sería lamentable, porque la alternancia de los partidos políticos en el poder es saludable para las democracias.

También los cubanoamericanos hemos cambiado. Algunos se niegan a aceptar las cifras que indican las encuestas al salir de las urnas (exitpolls): un 47% votó por Obama. Es cierto que debemos aguardar el conteo oficial para confirmar los porcentajes, pero la amplia victoria de Joe García frente a David Rivera es otra muestra de hacia donde se han inclinado mis compatriotas. (¡Felicidades, Joe!) En mi propio círculo más íntimo, de familia, hay dos personas que favorecieron con su voto a John McCain en el 2008 pero este año se le dieron a Obama. ¿Por qué? No hablo por ellos, pero pienso que como a muchos, el discurso extremista del Tea Party y la derecha republicana no los atraía tanto como la actitud moderada de McCain. 

Hay otro factor que explica esta transformación: el paso inexorable del tiempo. Se nos van muriendo los viejos exiliados. Los hijos y nietos nacidos aquí basan su voto en razones muy distintas al tema de Cuba. A algunos les interesa que no cesen los préstamos a estudiantes universitarios y que se invierta en la educación. Otros trabajan para el estado o el gobierno y temen los nuevos recortes. A algunos les preocupa el calentamiento global. En fin, son temas de política interna, muy similares a los que conciernen a todos los hispanos. También a los cubanos de las oleadas más recientes, les interesa poder viajar a Cuba y enviar remesas a su familia, promesa que les cumplió Obama.

En realidad, tengo la impresión que los cubanos regresan por fin a sus raíces ideológicas. Los que se fueron adultos de Cuba en los años 60 eran, en su mayoría, de formación socialdemócrata. Así lo reflejaba la Constitución de 1940, con un gran sentido de justicia social, incluso más allá de lo que la joven nación podía permitirse. Por esa Constitución se hizo una revolución y cuando no se respetó, se tomó el camino de la contrarrevolución o el exilio. Nunca he creído que los cubanos sean conservadores en temas sociales. En la República, nunca cuajó un partido conservador. Sin embargo, en el destierro, el fracaso de Bahía de Cochinos, debido en gran medida al incumplimiento de la promesa de darle cobertura aérea a los brigadistas, y el pacto Kennedy-Khrushchev, creó una especie de punto ciego en la visión política de los exiliados que desde entonces favorecieron a los republicanos y creyeron sus promesas, siempre incumplidas, de derrotar al régimen cubano.

Este apoyo de la mayoría de los cubanoamericanos al partido del elefante llega en muchos aspectos a la irracionalidad. Si se estudia la historia de los últimas cinco décadas, debemos recordar que tanta o más responsabilidad de nuestros males puede tener la administración del Presidente Eisenhower que la de Kennedy. (Aparte, naturalmente, de la que tengamos los cubanos.) Para empezar, no hizo caso a la recomendación de su Embajador Earl T. Smith de que Estados Unidos apoyara las elecciones de noviembre de 1958, que ofrecía una salida pacífica de Batista del poder, para menos de dos meses después dejar de venderle armas, ordenarle que se fuera de Cuba y acelerar así al triunfo de la Revolución. Además, fue la administración de Eisenhower la que planeó la invasión de Bahía de Cochinos, y aunque pongamos el índice acusador sobre Kennedy, el plan estuvo mal concebido desde sus inicios.

Los que le han abierto las puertas a los cubanos y nos han dado todas las oportunidades posibles han sido los demócratas: Johnson en los años 60, Carter en 1980 cuando el Mariel, Clinton en 1994 cuando la crisis de los balseros. Una cosa es gritar “Cuba sí, Castro no” en la Pequeña Habana en época de elecciones, y otra es acogernos cuando no teníamos ni donde caernos muertos.

A medida que los exiliados envejecemos, nos favorecen más los beneficios públicos que debemos a los demócratas, como la Seguridad Social y el Medicare.

Pienso que muchas cubanas, que han trabajado tanto en estos años, no se sentirían muy satisfechas con la actitud tan despreciativa hacia las mujeres que han expresado en esta campaña los candidatos republicanos. No es solo cuestión de palabras sino de hechos, como la falta de apoyo de parte de Romney a la “Lilly 

Ledbetter Fair Pay Act”, ley que aboga por que se pague igual salario a las mujeres que a los hombres por el mismo trabajo.

Por ello creo que las encuestas están correctas y no me sorprende el giro hacia el partido demócrata de los cubanoamericanos. Quizás la conclusión más importante sobre este cambio es que el tema de Cuba es cada vez más irrelevante para los votantes. Es bueno que así sea. Los problemas de la Isla los debemos resolver con la menor interferencia de los vecinos del norte o habremos perdido un siglo de historia.

Esta elección, a mi modo de ver, ha mostrado un hito en la forma de votar del País, y en especial de los cubanoamericanos. Más vale que los republicanos lo tengan muy presente para futuras elecciones.

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