5 dic 2012

La fuerza política de la oración


En la edición del 1 de diciembre, página 1B, la columnista Bernadette Pardo objeta que los comisionados comiencen sus reuniones con una oración.
Viene bien invocar a Dios al comenzar cualquier tipo de reunión con tal que la oración no manipule lo sagrado.
La oración “política” no ha de ser partidista. Tampoco excluyente, es decir, contra alguien. Las preces nunca contengan alusiones o puyas zahirientes.
Cuando los políticos se reúnen, pueden pedir a Dios que los ilumine para tomar decisiones acertadas.
Ayuda a los gobernantes recordar que hay una Última Instancia trascendente por encima de los poderes efímeros. Esa conciencia puede ejercer un influjo saludable en sus corazones.
El día que Jimmy Carter asumió la presidencia de la Unión hizo suya la aspiración orante del profeta Miqueas: “Se te ha hecho saber lo que es bueno, lo que el Señor quiere de ti: tan solo practicar el derecho, amar la bondad y caminar humildemente con tu Dios” (6,8). ¿Quién puede sentirse ofendido al escuchar tan nobles palabras?
Al asumir la monarquía, el rey Salomón pronunció una oración del agrado divino: “Soy un muchacho joven y no sé por dónde empezar o terminar. Concede, pues, a tu siervo un corazón dócil para juzgar a tu pueblo, y discernir entre el bien y el mal” (1Re 3, 7.9).
Cuando el Cristianismo se abría paso en el hostil Imperio Romano, San Pablo exhortaba a orar por las autoridades: “Háganse súplicas, oraciones, peticiones, acciones de gracias por toda la humanidad, por los reyes y por todos los constituidos en autoridad para que podamos llevar una vida tranquila y sosegada...” (1Tim 2,1-2).
Los comisionados no tienen que ceñirse a rezos cristianos. Pueden utilizar plegarias de otras religiones con tal que sean oraciones por el bien común.
Eduardo M. Barrios, S.J.
Miami

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