EL NUEVO HERALD
Publicado: Jueves, 21 de marzo 2013
El Papa Francisco saluda a la multitud que llena la Plaza de San Pedro, en el Vaticano, antes de la misa inaugural, el martes pasado.
MICHAEL SOHN / AP
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Desde que Italia devolvió soberanía territorial mínima a la Santa Sede, año 1929, los Papas han ido reduciendo el boato de la llamada “Corte Pontificia”. Han ido eliminando lo que pueda oler a monarquía terrenal.
Por ejemplo, Juan XXIII (1958-1963) retiró los abanicos ceremoniales con plumaje de avestruz. También comenzó a simplificarles el hábito a los cardenales. En cuanto a materia textil, la seda muaré iría dejando paso a lana ligera. Y la ampulosa capa magna acabaría en los armarios.
El Papa Pablo VI (1963-1978) se dejó coronar con una triple tiara que le obsequiaron sus feligreses de Milán. Pero la usó una vez, y la regaló a la Basílica de la Inmaculada en Washington.
El mismo Papa redujo la participación de la nobleza romana en las liturgias. Suprimió la Guardia Palatina y la Guardia Noble. De lo castrense quedaron la pintoresca Guardia Suiza y la Gendarmería.
El efímero Juan Pablo I (1978) prescindió de la coronación y mostró renuencia a usar la silla gestatoria con la que unos caballeros llamados “sediarios” transportaban al Papa en volandas.
Se puede esperar del Papa Francisco una mayor campechanía en estilo. Hasta ahora no ha aparecido luciendo muceta, capa roja o teja (sombrero eclesiástico), y mucho menos calando el camauro, gorro rojo con ribetes de armiño. En sus pies no se han visto zapatos áulicos, sino calzado ordinario.
En su Misa de Inicio, el 19 de marzo, llevó una mitra de diseño sencillo sin accesorios de pedrería, y un palio análogo al de los arzobispos, exceptuando el color de las cruces. Llevaba las manos al aire sin guantes blancos de brocado.
No se puede esperar de Francisco la profundidad y concisión teológica de Benedicto XVI, el mejor teólogo católico viviente. Sí se puede esperar un gobierno con más atención a los detalles, y un ministerio muy pastoral. Sus primeras prédicas parecen las de un párroco global. Su homilía del martes 19 versó sobre algo tan básico en el Cristianismo como la servicialidad alimentada por el amor.
Tampoco se pueden esperar cambios doctrinales, pues los Papas son siervos de la doctrina cristiana, o sea, custodios de lo que San Pablo llama “el depósito de la fe”. Las palabras que pronuncie el Papa Francisco podrán sonar novedosas, pero no comunicarán verdades nuevas. De hacerlo, caería en herejía, algo que nunca ha ocurrido ni siquiera cuando hubo Papas menos dignos de ocupar la Sede Petrina.
Eduardo M. Barrios, S.J.
Miami
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