14 may 2013



 

Unas obras en la autopista 836, cerca del downtown de Miami, generan una gran congestión del tráfico en esta imagen de archivo.
Unas obras en la autopista 836, cerca del downtown de Miami, generan una gran congestión del tráfico en esta imagen de archivo.
RICHARD PATTERSON / ESPECIAL EL NUEVO HERALD
Un magnífico artículo de Helena Poleo, de hace un tiempo, decía que el tráfico se había convertido en una pesadilla en los suburbios de Miami-Dade. Más bien, diría que la pesadilla no es sólo para los suburbios sino para todo el condado y va en aumento.
En mi opinión la cuestión está implícita en todo lo que se refiere al trasnochado Plan de Transporte del Pueblo (PTP), que tan idílicamente nos vendieron los políticos cuando pidieron que aprobáramos el tristemente célebre “medio centavo de Penelas” hace más de 10 años.
Últimamente, todo lo que nos dicen es negativo y contradictorio. En un artículo aparecido hace un tiempo, también el que fuera Administrador de Miami-Dade nos trató de convencer de que, si bien el plan adolece de algunos defectos, no obstante sigue vivo y asegura su feliz culminación, aunque sin incluir todo lo prometido, en los próximos 15 o 20 años. El tiempo pasa y todo sigue igual o peor, de acuerdo con el aumento de la población.
Otros señalaban un rosario de malos manejos que habían caracterizado al Plan desde el momento de su aprobación en las urnas. Entre otras cosas, mencionó que una de las primeras medidas tomadas por los encargados del Plan fue incrementar los salarios de los choferes y mecánicos y a partir de ahí en una especie de “efecto dominó” el incremento salarial llegó hasta los niveles más altos de dirección.
Además, se mencionó la indebida incorporación al plan de proyectos ajenos al mismo; la decisión festinada de reducir los déficits existentes en el departamento utilizando dinero proveniente del impuesto, en fin, se produjo una especie de euforia colectiva dando lugar a la toma de decisiones impensadas que de inmediato afectaban al desarrollo de los proyectos originales contemplados en el Plan y prometidos a los votantes, que dicho sea de paso, brillaron por su ausencia.
Para rematar, en una votación algo lejana, los comisionados aprobaron usar fondos provenientes del impuesto del medio centavo para cubrir hasta $143 millones en déficits del Departamento de Transporte (MDT) alejando aún más el día en que el proyecto original pudiera efectuarse y al fin, podamos dejar nuestros autos en las casas y utilizar un eficiente sistema de transporte público, la única manera, pienso yo, de terminar con la pesadilla del tráfico en nuestro condado de más de dos millones de habitantes y un millón de vehículos registrados.
Imaginemos, al ritmo actual y en ascenso, el aumento de población y vehículos en los próximos 20 años creará un verdadero pandemónium en nuestras calles y carreteras y mientras tanto, no habrá problemas, los déficits se estarán cubriendo, los salarios del MDT aumentando, los mega proyectos de enlaces monumentales entre el aeropuerto, el downtown y la playa posiblemente estarán funcionando y mientras, la gran mayoría de la población, los “de a pie” los que usualmente por donde “ la soga siempre se rompe”, continuaremos obligados a utilizar nuestros autos, pagando los altos precios de los seguros, combustible, viviendas, alimentos y todo lo demás.
Me gustaría preguntar si en este maravilloso país nuestro de leyes y derechos, exista alguna ley que impida desvíos e incumplimientos de tamaña envergadura, y cuál sería el castigo para los responsables.
El problema de la falta de un eficiente servicio de ómnibus continúa como el primer día y se agrava con el transcurso del tiempo.
En muchas ciudades, no solo en nuestro país sino en todo el mundo, el sistema de transportación pública es algo esencial, ¿por qué no en el nuestro?
El medio centavo aporta más de 160 millones al año. Cumplan los políticos con lo prometido al pueblo y dediquen enteramente ese dinero para la compra de ómnibus y crear la infraestructura necesaria para mantenerlos.

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