Dentro de pocos
días los príncipes Felipe y su esposa Letizia nos visitarán para promocionar la conmemoración del V
Centenario del Descubrimiento de la Florida y para participar en la Feria del
Libro. He leído críticas y he
visto videos basados en el pasado de la princesa plebeya que se puede convertir
en la futura reina de España. Ella tenía 23 años cuando se casó con el príncipe Felipe, el 22 de mayo del 2004. Era divorciada y antes de
casarse con el príncipe, Letizia declaró en una entrevista que el aborto es un
derecho fundamental de la mujer. Estas
ideas son gravemente repudiables para un miembro de de una institución
conservadora. Como si fuera poco, su primo, el abogado David Rocasolano
escribió un libro “Adiós princesa”. Ese
libro le ha hecho más daño aún a la princesa, donde cuenta que antes de casarse
con el príncipe, doña Letizia tuvo un aborto voluntario en la clínica Dator de
Madrid, y ella le pidió que “limpiara todos los papeles” para ocultarlo al rey
Juan Carlos, la reina Sofía y a la opinión pública. El problema más grave es la iglesia católica.
Según el canon de 1938, Letizia estaba excomulgada.
Cuando nos referimos a la vida de figuras públicas, políticas
y celebridades, nos enfrentamos a un análisis complejo, se trata de la vida
personal de cada cual. En su caso, creo que no debemos juzgarla solamente como una figura historia,
impecable y perfecta, sino como el ser humano de carne y huesos, con virtudes y
defectos. No deberíamos analizar las
vidas de personajes famosos, solamente con un criterio moralista o religioso. Deberíamos
juzgarla como una mujer que se enamoró y vivió pasiones intensas, decepciones y
ruptura en su vida matrimonial. Además, estemos o no de acuerdo, tomó una
decisión personal, con derecho a cometer un error y arrepentirse. Creo que esto
no la hace menos merecedora de ocupar un lugar y desempeñar un excelente rol
como princesa, esposa y madre dentro de una monarquía.
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