El famoso y gran actor comediante, Robin
Williams falleció ayer a los 63 años de edad, a causa de un aparente
suicidio. Nacido en una familia acomodada, este
multifacético actor comenzó su fama en la televisión, y continuo en el cine
donde también asumió papeles serios, siendo nominado varias veces al premio
“Oscar”. En su vida personal, sufría de depresiones
severas complicadas por múltiples adicciones incluyendo alcohol y
cocaína. Es aparente que Williams sufría de un trastorno
bipolar (enfermedad maniaco-depresiva), con historia de graves episodios de
depresión. Afortunadamente en el presente esta terrible
enfermedad es tratable y un paciente con fármacos y psicoterapia vive
normalmente. Entonces, uno se pregunta, como es que
Williams no pudo vencer su dolencia? Estoy seguro que
estaba en manos de excelentes profesionales. Tenía el
dinero y educación suficiente para tener este acceso. La
respuesta, en mi experiencia, está en que aunque este padecimiento es tratable,
hay casos incurables. Un gran Profesor y amigo ya
fallecido, el Dr. José Gurri, preguntaba; que tenemos que lograr del paciente
en su primera visita? La respuesta; que se
presente a la segunda! Sin tratar de imitar a los muchos
que especulan en la televisión, mi mayor impedimento en el tratamiento de estos
casos era, el poder convencer a los pacientes que renunciaran al sentimiento de
euforia que sentían cuando estaban en la fase maniaca. Robin
Williams no solo ofrecía una visión de hiperactividad con su comicidad, sino se
veía como el gozaba de este sentimiento. Si a esto se le
une cocaína como estimulante físico y aplausos, admiración y fortuna como
incentivo emocional, se vislumbra la dificultad de mantener un tratamiento
adecuado. Un caso muy difícil que tuve, cuando después
de muchos intentos se logro estabilizar su ánimo, me confesó; Dr. es que cuando
estoy normal me siento muy aburrido! No deseaba
renunciar a su efervescencia maniaca, aunque odiaba y reconocía el riesgo de su
melancolía.
Fernando J Milanés MD
Profesor de Psiquiatría, UM, Ret.
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