7 nov 2014

ARMANDO GONZÁLEZ: Salario mínimo y buenas intenciones

11/02/2014 8:00 PM 
 11/02/2014 8:24 PM



Hay pocas ideas políticas más populares que un aumento al salario mínimo establecido por el gobierno federal. En una encuesta Gallup hace menos de un año, el 76 por ciento de los encuestados aprobaron la idea. Parecería que el concepto tiene sentido económico y moral. El Presidente Obama reflejó sus sentimientos en su mensaje radial del 11 de octubre diciendo: “ Creemos que, en América, nadie con un empleo a tiempo completo (40 horas semanales) debe vivir en un nivel de pobreza. América merece un aumento, ahora mismo”.
Sin embargo, la mayoría de los economistas se oponen al concepto de salario mínimo, y la historia los respalda. Esa historia, ese récord, prueba que el salario mínimo daña a los que está tratando de ayudar.
El salario mínimo establecido por ley federal es ahora $7.25 por hora, pero es más alto en algunos estados y municipios. Hay un movimiento en boga, encabezado por el Presidente, de incrementar el salario mínimo a $10.10 por hora con el objetivo de reducir la pobreza y la desigualdad. Algunos municipios y estados están de acuerdo. California lo incrementará a $10.00 por hora en enero 1, 2016 y San Diego a $10.50 en la misma fecha.
Algo que nunca he visto hacer a un político es tratar de explicar cómo la gerencia de un negocio contempla sus gastos. Esa gerencia concibe su presupuesto de gastos y, con muy pocas excepciones, el renglón principal se llama “Salarios y Beneficios”. Cuando los salarios aumentan por una acción externa, como sucede cuando la ley lo exige, la gerencia reacciona, automáticamente, reduciendo los componentes de ese renglón presupuestario que no están cubiertos por la ley: horas de trabajo regular, horas extra, ausencias por enfermedad, vacaciones, comidas, parqueo, seguro de salud, etc.
Asi que veamos las cosas de esta manera: la mayoría de la gente que gana salario mínimo son los únicos asalariados en su domicilio que, por lo tanto, es pobre. ¿No es así? Por lo tanto, si el gobierno federal o estatal aumenta el salario mínimo, es una medida efectiva para ayudar a la gente pobre. ¿No es así? No. En ambos casos son presunciones erróneas. La gran mayoría de los trabajadores a salario mínimo no son los únicos asalariados en su domicilio ni tampoco viven en domicilios “pobres”. Por estas dos razones, un aumento en el salario mínimo no es una forma efectiva de combatir la pobreza.
Estos datos provienen de un estudio minucioso por el Dr. Joseph J. Sabia, profesor de economía de la Universidad Estatal de San Diego y el Dr. Richard Burkhauser, profesor de economía de la Universidad de Cornell. Del 2003 al 2009, el salario mínimo federal subió de $5.15 a $5.85 por hora y, después, de $6.55 a $7.25 por hora, donde permanece hasta ahora. Del 2003 al 2007, 28 estados aumentaron sus salarios mínimos a niveles superiores al federal. En su artículo en el Southern Economic Journal, Sabia y Burkhauser reportaron que “no encontramos evidencia alguna de que los aumentos al salario mínimo del 2003 al 2007 redujeron la tasa de pobreza”. Y, más aún, reportaron que, si el salario mínimo fuera elevado a $9.50 por hora como ha sido propuesto, tendría estos resultados:
▪  Solamente el 11.3 por ciento de los trabajadores que se beneficiarían viven en domicilios oficialmente designados como “pobres”.
▪  El 63.2 por ciento de los trabajadores que se beneficiarían son segundos o terceros asalariados en domicilios que ganan el doble del límite de pobreza o más.
▪  El 42.3 por ciento de los trabajadores que se beneficiarían son segundos o terceros asalariados en domicilios que ganan el triple del límite de pobreza o más.
Y, peor aún, las ganancias estimadas de elevar el salario mínimo son exageradas si no se considera la consecuencia mejor documentada: la destrucción de los empleos de baja remuneración. Por más de 60 años, los economistas han reportado que los aumentos en el salario mínimo causan la pérdida de empleos de bajos salarios. ¿La razón? A un salario más alto, el valor de su productividad no es suficientemente elevado para justificar su empleo.
Y podría continuar con más razones contundentes, pero el espacio apremia y los políticos, que solo piensan en reelegirse, no tienen las agallas o la entereza moral de explicarle la realidad a los votantes.
Y así seguiremos.
AGonzalez03@live.com

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