NICOLÁS PÉREZ: Saltimbanquis de una orden ejecutiva
11/25/2014 1:00 PM
11/25/2014 6:00 PM EL NUEVO HERALD
Algo inédito, una jueza en España acaba de condenar a un acusado por insultar en las redes sociales; hasta algo tan hermoso como la libertad de expresión tiene un límite. En nuestros juicios públicos contra alguien que no piense como nosotros, debemos refutarlos con argumentos, no con groserías e insultos. Ojalá esta práctica se regulara de un modo global. En días recientes se condenó en Madrid a un joven que escribe en Twitter bajo el seudónimo de Xicomex, a pagar $300 euros de multa, $1000 euros de indemnización y las costas del juicio porque dijo a la funcionaria pública Cristina Fuentes: “Cállate p…ta, que no tienes dignidad”.
La noticia me tranquiliza algo porque hoy voy a hablar en Miami, desde la boca del lobo, de las medidas ejecutivas dictadas por el presidente Barack Obama sobre inmigración, que sorprendentemente como repiten todas las personas sensatas –sin racismos ni extremismos de derecha–, va a provocar que “salgan del closet más de 4 millones de indocumentados”. Es como liberarlos, como detener una guillotina que está a punto de cercenar sus cabezas por buscar el sueño americano, en el cual yo creo.
Sin embargo, resulta increíble que según encuestas el 48% de este pueblo está en contra y un 38% a favor de la medida, a pesar de que exiguas minorías como los sioux, los apaches y los miccosukees son los únicos norteamericanos químicamente puros.
Sobre los cubanos de Miami tres cuartas lo mismo, porque nos vamos agarrados de manos con el argumentos que algunos esgrimen que somos refugiados políticos y eso es una gran estafa. Sí, los cubanos que huyeron en un avión en los años sesenta y setenta sin mover un dedo por la libertad de Cuba, sin dispararle un chícharo al castrismo, hubiesen al menos ayudado a la clandestinidad o a las guerrillas del Escambray, sin necesidad de comprometerse seriamente, hoy Cuba fuera libre. Que no me vengan con historias, ciertos exiliados que se llaman a sí mismos históricos abandonaron Cuba no por falta de libertad sino huyendo de las latas de carne rusa, no buscando democracia sino jamón serrano y queso manchego.
Pero la nueva medida de Obama tiene dos lecturas, la primera es “Sí, pudieron”, y es un acto de justicia y de fe, la medida más importante sobre Inmigración dictada por un presidente en casi 50 años, en consonancia con un país de emigrantes.
La segunda lectura es más compleja: ¿por qué Barack en el primer año de su mandato teniendo el Congreso a su favor no implementó la medida que hubiese corrido suavecito, sin histerias, como bolita por la canalita? Otra inconsistencia obamista: ¿por qué se ganó el nombre del Deportador en Jefe, separando familias y expulsando del país a dos millones y medio de indocumentados aduciendo que no tenía el poder de detener las expulsiones y ahora saca de su sombrero de copa, como un mago político, una Orden Ejecutiva mucho más compleja y controversial que detener la insensible separación de padres e hijos?
Sin embargo, que le echen guindas al pavo al extremismo republicano que pretende cerrar el gobierno o destituir al presidente, todos los informados concluyen que no ha violado ninguna ley y estuvo en el derecho de hacer lo que hizo.
Tampoco me gustan las órdenes ejecutivas, pienso como John Boehner que Obama actuó como un rey o un emperador después de una reciente derrota en las urnas que lo puso contra la pared. Es posible que esa humillación lo haya llevado a ponerse los pantalones y retar a un Congreso que le ha bloqueado o desencaminado todos sus proyectos en los últimos dos años.
Esta Orden Ejecutiva, que ya dije no me gusta, me suena melodiosamente a castrismo en alguna de sus notas musicales. Pero no solo puede cargárselo en el lomo de Washington, los republicanos tienen una enorme responsabilidad en su origen por no dejar gobernar a un presidente.
Tampoco las Órdenes Ejecutivas son nuevas en la plaza de los gobiernos norteamericanos, han sido dictadas por presidentes 39 veces en los últimos años.
En 1986 Ronald Reagan firmó una amnistía que benefició a tres millones de inmigrantes y al año siguiente promulgó una Orden Ejecutiva para beneficiar a los hijos y cónyuges de este grupo.
En 1990 George H. W. Bush firmó por decreto la legalización de inmigrantes, y hoy hasta su hijo George W. Bush ha pedido a su partido el pasado miércoles que apoyen la legalización de los indocumentados.
De todo lo que he oído y leído y oído sobre el tema para mí lo más sensato es la actitud de nuestro representante federal Mario Díaz Balart, siempre fiel a sus ideas republicanas de derecha, siempre fiel a expresarlas sin una gota de extremismo. Sobre este caos que ha dividido el país ha opinado simplemente: “Hay que buscar opciones”, “hay que tratar de legislar”.
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