9 oct 2009

Que tiempos aquellos!


Por Jorge Gaston

ENERO 2006


Viví por un tiempo en Miami por los años 50. Era la época de “I Love Lucy” con Lucille Ball y Desi Arnaz, y de los shows de Ed Sullivan y Perry Como. La TV estaba recién nacida. No existían celulares, ni beepers ni tarjetas de crédito. Las tiendas populares eran Burdines, Richards, Jordan Marsh y Sears, y vendían a plazos. Nos mudábamos con frecuencia a apartamentos amueblados. Apartamentos de dos habitaciones se rentaban por unos 60 dólares mensuales. No había condominios. Los precios de las casas fluctuaban entre los 20 y 40 mil dólares La gasolina costaba mucho menos de un dólar. No existían las rejas, cercas, ni alarmas en las casas ni en los carros. El centro de la ciudad era el hoy lúgebre "downtown" y al oeste de LeJeune comenzaban los suburbios. Hialeah contaba con muchos terrenos baldíos, vaquerías y con unas pocas casas. El aeropuerto, con su edificio principal de madera, se decía que estaba “en las afueras”.

La vida cultural no existía. Solo en Miami Beach, al igual que hoy, encontrábamos teatros, cines, hoteles fastuosos y una playa repleta de gente alegre. Crandon Park era el sitio ideal para un día de sol y esparcimiento, y en varias ocasiones esperamos el Año Nuevo alrededor de una fogata en la arena junto al mar. ¡Momentos inolvidables! Como es natural el nivel de vida se conjugaba con los salarios, la canasta alimenticia y demás artículos necesarios. Mi sueldo como empleado de banco, sin ser mucho más que la media, me permitía llevar una vida mucho más placentera que la que pudiera llevar un empleado en iguales condiciones con los precios de hoy.
Recuerdo que a cada rato salíamos a comer afuera; al cine, cada una o dos semanas. Lo cual es casi imposible hoy en día.

La relación de gastos comprendían la renta, alimentos, ropas, las letras del carro y alguna que otra cuenta. Las facturas por servicios como electricidad, gas y agua se mantenían a niveles razonables, no los exhorbitantes de hoy. Eran tiempos en que existía la degradante segregación racial. Como cubano, acostumbrado a vivir sin prejuicios de razas, rechazaba de plano las humillaciones que le hacían a los afroamericanos. Después de las 6 p.m. no podian deambular por la ciudad. La línea del ferrocarril en la calle Flagler era como una frontera para ellos.
En los parques públicos los bancos tenian letreros, unos para blancos y otros para negros. Hasta los bebederos de agua estaban separados. En los ómnibus sólo podian sentarse en el asiento trasero y si éste estaba ocupado tenían que permanecer de pie aunque hubiera otros vacíos. Por suerte, por los años 60 el formidable movimiento integracionista lidereado por Martin Luther King y otros lideres negros acabó con esa ignominia. Hoy en día, la triste situación económica de nuestro condado está haciendo desaparecer la clase media, otrora motor impulsor de la economia, a la vez que la brecha entre ricos y pobres nos sitúa entre los peores de la nación.

La media salarial de unos 30 mil dólares, en relación con los aumentos galopantes del costo de la vida, está haciendo imposible subsistir a una gran mayoría de familias. Por otra parte, a los 2.4 millones de usuarios del Medicaid en nuestro Estado -personas con ingresos de nivel de pobreza- a quienes ya le suprimieron los equipos auditivos, los espejuelos y las prótesis dentales, acaban de suspenderle el pago de las medicinas, pasándoselo al Medicare, y éste ha creado un sistema que ni ellos mismos lo entienden. Lo que sí sabemos es que hay medicinas que el nuevo sistema no cubre y que por las demás hay un co-pago difícil de pagar por un retirado o incapacitado con ingresos irrisorios. En cuanto a la vivienda, el costo promedio actual de 300 mil dólares ha desmochado el famoso sueño americano.

Señores gobernantes, ¿qué está pasando en nuestra sociedad? ¿Adónde vamos a parar? ¿Podrá un simple cambio de presidente en la Casa Blanca resolver el problema? Creo que no; el problema es más profundo. Creo que se ha creado una desenfrenada y ambiciosa carrera por acumular más y más ganancia por parte de las grandes empresas que indefectiblemente rigen nuestros destinos, sin que haya nada ni nadie que los frene y sin importarles las consecuencias de sus desmedidas ambiciones.


jgasmailto:jgastonsilva@yahoo.com

1 comentario:

Anónimo dijo...

Jorge, todavía recuerdo con cariño aquellos tiempos en que vivíamos en Miami con las puertas abiertas.
Te felicito, querido amigo.
Martha Pardiño

Páginas