9 ene 2010

Cantar a Cuba


By WILFREDO CANCIO ISLA

Publicado en El Nuevo Herald

Ninguna manifestación define mejor lo cubano y su aporte al acervo universal que la música. Convertida desde el siglo XVII en escala imprescindible de los buques que cumplían la larga travesía entre el Viejo Mundo y las Indias occidentales, La Habana comenzó a perfilarse como un lugar de diversión, escenario abierto a las mezclas, las confluencias, los sonidos y los bailes. Como registra el sabio Fernando Ortiz en La clave xilofónica de la música cubana, la zona del puerto y los astilleros habaneros atrajo una población flotante de marineros, aventureros y gentes de todas partes, que escuchaban y bailaban sin cesar los ritmos que salían de las claves, las marímbulas y los cajones de los negros empleados en las faenas portuarias.

De esa fusión de sonoridades africanas con melodías españolas surgió el embrión de las rumbas y los sones que hoy integran la fisonomía del alma criolla. La explosión de ritmos, escuelas y figuras musicales que se produce en Cuba con la entrada del siglo XX no es más que la consolidación de un proceso arraigado en la idiosincrasia nacional, que trascendió luego las fronteras de la isla y consiguió un sello de universalidad como no lo ha conseguido otra expresión de la cultura cubana.

Al cumplirse este 20 de Mayo el aniversario 105 del nacimiento de la República independiente, hemos querido rendir tributo a la música cubana, pilar de nuestra identidad y contribución virtuosa de los cubanos al mundo. El período histórico que abarca este suplemento se remonta a nuestro más importante compositor del siglo XIX, Ignacio Cervantes, genio musical, exiliado y patriota, y recorre los espléndidos años de la República, la eclosión de divas y orquestas memorables, el papel jugado por el cine en la difusión del arte de las rumberas criollas, el mundo desconocido de la ópera, hasta llegar al legado de esa época gloriosa en el quehacer de los músicos cubanos de la actualidad.

Obviamente, se trata de un panorama parcial y limitado por razones de espacio. Es imposible pretender cubrir las múltiples aristas, personalidades y trascendencia de una cultura musical tan avasalladora en un puñado de artículos. Ni siquiera aspiramos a buscar representatividad de temas y personalidades, sino a abrir paréntesis de reflexiones para recordar, fijar, sentir algunos latidos de una tradición que es también parte de nuestras nostalgias incurables.

Son muchos los ausentes. Tendremos que hablar de la Orquesta de Don Aspiazu y Alicia Parlá, triunfando en Europa y desalojando la música norteamericana de los dancings parisienses. Faltan los nombres de Amadeo Roldán, Alejandro García Caturla, Moisés Simons, Eliseo Grenet y tantos otros compositores contemporáneos que convirtieron la música nuestra en objeto de culto mundial. Con el compromiso de volver sobre ellos en próximos homenajes, les proponemos ahora adentrarnos en estas páginas, que encierran poderosas razones de cubanía. Estoy seguro que asentirán o discreparán, revivirán un episodio de sus vidas o hallarán una ausencia acaso imperdonable, pero no van a arrepentirse de haberlas repasado.

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