25 ene 2010

Contra los ataques a Obama


Por: Ellie Light

Hace un año, si hubiéramos leído en el periódico que los empleadores estaban contratando de nuevo, que el proyecto sobre el cuidado de la salud procedía sin escollos, que Afganistán de repente se convirtió en un buen lugar para llevar a los niños, habríamos sabido que se nos estaba mintiendo. Para ese entonces, reconocimos que el problema que Obama heredó como presidente no se iría de un día para otro.

Durante su campaña, Obama dijo claramente que una economía a la que le tomó ocho años resquebrajarse no podía arreglarse en un año, que Afganistán era el cementerio de los imperios, y que no sería una aventura fácil para nosotros.

El candidato Obama no nos habló palabras simpáticas, que es la razón por la cual lo elegimos. El nunca dijo que Estados Unidos podía resolver nuestros problemas de cuidado médico, económicos y de seguridad sin aumentar el déficit. En vez de eso, habló de duras opciones, de que el gobierno daría dolorosos y polémicos primeros pasos para solucionar problemas que no se pueden dejar para otro día.

Justo después de la elección de Obama, aparentemente captamos esto. Comprendimos que a las compañías les alegraría exprimir más a los asustados empleados, y tardarían en contratar a más. Entendimos que los bancos que nos habían extorsionado miles de millones de dólares mentían cuando decían que iban a compartir su recuperación.

Comprendimos que no se lograría fácilmente un consenso nacional sobre el cuidado médico. El candidato Obama nunca reclamó que sus propuestas soluciones trabajarían impecablemente a la primera, y lo respetamos por eso.

Pero hoy, el Presidente es atacado como si fuera un vendedor que nos prometió que nuestros problemas se irían en la mañana. El nunca hizo esa promesa. Es tiempo de que los estadounidenses comprendan que gobernar es un trabajo duro, y que un presidente no puede agitar una vara mágica y arreglarlo todo.

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