Viernes, agosto 12, 2011 6:50 P.M.
José A. Vargas
Mucho se ha hablado y escrito recientemente sobre los viajes y remesas a nuestros familiares en Cuba dada la amenaza de volver a las restricciones que había cuando la pasada administración. Algo es cierto, el amor familiar entre los cubanos es algo muy arraigado. En Cuba no se veía ancianos abandonados por los familiares como se ve aquí. Y no ayudar a nuestros familiares pasando necesidades victimas del régimen es algo que no esta en los planes de la mayoría de los exilados. Los que están de acuerdo en implantar nuevas restricciones, cabe apostar que no tienen familiares en la isla. Y aunque casos raros entre los cubanos, si los tienen no sienten por ellos. ¿Qué ayudamos al régimen con nuestros envíos?, por supuesto; pero el derrocamiento de Castro no estriba precisamente en que enviemos o no remesas a nuestros familiares. Señores, afrontemos la realidad de una reverenda vez. Los dos millones que nos fuimos de Cuba huyendo del régimen, cuando lo hicimos, le dejamos nuestras posesiones y hasta nuestros derechos ciudadanos. Pusimos “pies en polvorosa” sin recibir nada a cambio ¡Eso es ayuda! ¿Cómo puede algún exilado que haya ayudado a Castro de esta forma atreverse aquí a criticar a alguien por ayudar a un familiar en Cuba? Medio siglo ha demostrado que las restricciones económicas no son suficientes para derrocar un régimen como el de Castro. Comercia con quien se le antoja. Todos los de su clan están cargados de millones y las miserias las pasa al pueblo. Tan simple como eso. Pero aun sabiendo esto, algunos insisten en aumentar las restricciones a viajes y remesas aunque ello aumente el hambre y la miseria de nuestros familiares en la isla. Pasen hambre allá, que los tendré en mente en el Versailles. No voy a Cuba por razones que no viene al caso mencionar. Pero como decía un guajiro allá en mi tierra “a mi que me registren”, mensualmente envío dinero a mis familiares allá aunque el dictador no me de ni las gracias por lo que le toca.
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