Diario Las Américas 
Publicado el 08-15-2012


Por Uva de Aragón

Fuera del “Beltway”, la autopista que rodea la capital norteamericana, y de su estado natal de Wisconsin, Paul Ryan era bastante desconocido hasta que el candidato presidencial republicano Mitt Romney lo eligió como su compañero de boleta. Legislador desde hace 13 años, presidente del Comité de Presupuestos de la Cámara de Representantes, adalid de recortes a programas sociales, miembro del Tea Party, ideólogo de la extrema derecha, Ryan ha inyectado entusiasmo a la base del partido.

Republicanos y demócratas por igual han expresado estar contentos con la selección, aunque por razones muy distintas. Es probable que no todos los primeros sean sinceros en este apoyo. Ryan ha sido criticado en el pasado por figuras de su propio partido, como Newt Gingrich. Algunos hubieran preferido que Romney escogiera a un moderado que lo ayudara a conquistar el voto de independientes, mujeres, personas de la tercera edad, hispanos. El congresista de Wisconsin no parece la persona adecuada para esa tarea, aunque sin duda conseguirá que el ala conservadora del partido salga a votar en masa.

Los demócratas están de fiesta porque Ryan es fácil de atacar. Entre otras cosas, critica ferozmente el déficit que enfrenta la nación; pero como congresista republicano en la era de Bush su récord de votación favoreció que se creara la misma deuda que ahora censura. Tampoco fue omiso en pedir y utilizar los fondos federales que pudo para favorecer a su estado.

La selección de Ryan hará inevitable que se lleve a cabo un debate nacional imprescindible, lo cual nos beneficia a los votantes. Las elecciones de noviembre no serán un referéndum sobre los aciertos y desaciertos de Barack Obama, sino la posibilidad de escoger entre dos visiones totalmente opuestas sobre el papel del gobierno y el futuro de la nación.

Determinar cuál es el rol preciso que le compete al gobierno, es un tema de debate que ha sido central en la evolución de Estados Unidos desde sus comienzos. El sistema bipartidista ha logrado que con la alternancia en el poder de dos corrientes distintas, se ajusten cada cierto tiempo los extremos de uno y otro lado, y el país se mantenga casi siempre en el centro, al punto que algunos consideran que en verdad hay poca diferencia entre los partidos. Sin embargo, varios programas sociales, obra de los demócratas, se han incorporado totalmente a la fibra de la sociedad, como el Seguro Social creado durante la presidencia de Franklin Delano Roosevelt, y el Medicare y Medicaid, basado en una propuesta veinte años antes por el Presidente Harry Truman, y finalmente promulgada como ley por Lyndon B. Johnson en 1965. A tal punto estos sistemas son ya parte del engranaje del país, que los intentos del Presidente Bush por eliminar el Seguro Social fracasaron rotundamente. Es más, en 2003 amplió el Medicare para que incluyera el costo de las medicinas.

Ryan propone terminar con el Medicare para las personas que hoy sean menores de 55 años --como mis hijas-- que sin embargo llevan contribuyendo a este programa desde que comenzaron a trabajar. Propone sustituirlo por un sistema de “vouchers” que el paciente llevaría a los médicos privados, y que haría que los de la tercera edad tuvieran gastos médicos muchos mayores que ahora. Además, plantea reformas en la cobertura a los actuales beneficiarios, lo que sin duda no facilitará que gane votos en algunos estados considerados clave, como Ohio, Pennsylvania y la Florida, donde hay gran número de personas mayores a quienes esos cambios ponen muy nerviosos.

Para los republicanos cubano-americanos, existe otro tema delicado: Ryan, acérrimo defensor de la libre empresa, ha votado en dos ocasiones a favor de levantar el embargo contra Cuba. Planteó en 2008, si se comercia con China, ¿por qué no con Cuba?

Paul Ryan y Mitt Romney piensan que el gobierno despilfarra el dinero y que hay que hacer recortes drásticos. Consideran que el sector privado puede crear más empleos y traer un mayor desarrollo económico a todos. ¿En qué gasta el gobierno? Muchos tienen la idea de que le regala el dinero a personas holgazanas, pero no consideran otros aspectos. Hay obligaciones fijas, como el pago de pensiones, la salud pública, los beneficios a los desempleados – especialmente en la actual crisis --, los intereses sobre la deuda. Otros gastos varían: defensa, trasporte, educación, viviendas, energía, justicia, ayuda internacional humanitaria. En fin, basta pensar en cada uno de los ministerios.

Los cortes propuestos por Ryan nos afectarían a todos. Por ejemplo, incluso los que puedan mandar a sus hijos a escuelas y universidades privadas, se verían perjudicados si bajara el nivel de educación del país ya que disminuiría el desarrollo social y económico. Los recursos humanos son hoy en día la riqueza mayor de los países. No basta una elite educada para impulsar la economía en el siglo 21. El recorte de algunos programas sociales podría asimismo causar un aumento en la delincuencia, los embarazos de las adolescentes, la violencia doméstica, las enfermedades mentales no atendidas, y otros males sociales.

La visión demócrata actual consiste en que el gobierno necesita invertir en renglones como educación, salud y energía, para lograr una recuperación que nivele el terreno y ofrezca a todos por igual la posibilidad de competir para lograr un estilo de vida decente y un desarrollo sostenible. El país podrá entonces aspirar a balancear el presupuesto y pagar sus deudas.

Los republicanos, por el contrario, ven el mercado, el sector privado, la libre empresa como el motor central del país y anhelan favorecerlo. Es una especie de darwinismo social donde se asegura la supervivencia del más fuerte, o, en este caso, del más rico, pues otra de las recomendaciones clave del plan de Ryan para balancear el presupuesto es la reducción de la cantidad máxima de impuestos que tendría que pagar la clase rica. Su idea es que al ahorrarse ese dinero, lo emplearían en inversiones que beneficiarán a la clase pobre y media: lo que llaman “trickle-down economics”. Esta filosofía, tan en moda desde la era de Reagan, no ha tenido el efecto prometido sino, por el contrario, ha causado que la brecha entre ricos y pobres sea cada día mayor.

De aquí al 6 de noviembre los votantes podrán escuchar a los candidatos exponer sus ideas y discutir frente a frente. Indudablemente, al seleccionar a Paul Ryan como su compañero de boleta, Mitt Romney hará que la esencia del debate se perfile con mayor nitidez. 
No estoy segura de que le rinda beneficios.