El Nuevo Herald
Jesucristo enseña, mediante parábola, que en el nuevo pueblo de Dios coexistirían justos y pecadores. Así ha sido en veintiún siglos de cristianismo.
Quienes se fijan en los justos, trigo, han llegado a escribir conmovedoras biografías de santos y santas. Los que sólo ven pecadores, cizaña, escriben artículos como el publicado aquí el 31 de julio bajo el título de "Monstruos en sotana".
El autor calumnia a los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI en relación con el triste caso del P. Maciel. No había precedentes en la Iglesia de un fundador y superior general con doble vida. La acusaciones parecían increibles. El P. Maciel, maestro en simulación, causaba magnífica impresión. Cuando las denuncias contra él fueron acompañadas de pruebas, el actual Papa lo destituyó y le retiró las facultades sacerdotales.
El periodista explica su antipatía biliar hacia la Iglesia con la experiencia negativa que tuvo en un colegio católico. Cada cual cuenta de la fiesta como le va en ella. De casos personales no se pueden sacar conclusiones universales. En Miami hay miles de exalumnos de escuelas católicas que se reúnen frecuentemente con mucha alegría y agradecimiento para recordar los buenos tiempos del colegio.
Es cierto que abusar de un niño de diez años es crimen execrable. Pero sépase que hay grados de abusos, como hay grados de niñez. No todas las víctimas eran efebos imberbes. La mayoría eran pilosos adolescentes, es decir, mozalbetes con edad suficiente para resistir si no estaban en la onda afectivo-sexual de sus "pretendientes"; luego supieron que denunciar a la Iglesia equivalía a encontrar una mina de oro.
Se le sugiere al periodista Ramos, primero, que se mire en el espejo y se pregunte si su vida personal ha sido tan inmaculada que le permite apedrear a los pecadores, entre los cuales él no se incluiría, por supuesto. Y, segundo, preguntarse si su campaña anticatólica se basa en el amor a los niños o en su aversión visceral hacia las religiones en general, el cristianismo en particular y especialmente hacia el catolicismo.
Si Ramos piensa que sus articulitos destruirán a la Iglesia, pierde su tiempo. La Iglesia siempre emerge fortalecida de las crisis, como atestigua su historia bimilenaria. De hecho los seminarios reportan repunte de vocaciones. Y los feligreses no disminuyen, pues no basan su fe en la calidad del clero. En la Iglesia, buscan la verdad y la gracia.
Eduardo M. Barrios, S.J. ebarriossj@gmail.com
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