Publicado el viernes, 11.15.13 en El Nuevo Herald
El dilema de la reforma migratoria
Por Juan M. Molerio
Kathleen Velázquez, de Phoenix, Arizona, cuida a su hijo Aaron, de nueve meses, después de pasar la noche durmiendo en el piso de una iglesia en Washington, a fines de octubre. Varios indocumentados y sus partidarios viajaron a la capital desde Arizona para pedir una votación sobre la reforma migratoria.
La legalización de los inmigrantes en EEUU y en cualquier otro país tiene muchas aristas dependiendo del punto de vista de cómo se analice y a quién beneficie. Muchos creen que hacer una reforma migratoria integral anima a otros grupos a cruzar la frontera aunque traten de cerrarla, como pasó cuando el ex presidente Reagan, que dio una amnistía a cerca de 3 millones de indocumentados, y hoy hay 11 millones. Otros analizan que McCain siempre ha estado a favor de una reforma, Bush trató también y se la rechazaron, Lincoln Diaz-Balart hizo posible NACARA y el TPS; los hispanos en una mayoría votaron por el Partido Demócrata en las últimas dos elecciones, siendo el partido de la virtualidad y no de una realidad tangible a través de la Historia; entonces pueden desanimarse algunos republicanos a la hora de luchar por ellos, al ver un futuro incierto si los hispanos creen mejor en la virtualidad que en la realidad.
Otros actúan de tal forma, sabiendo que el partido contrario va poner objeciones en algunos de los puntos, y al no aprobarse la ley, la culpa caerá sobre ellos beneficiándonos a nosotros aunque hayamos deportado a cerca de 2 millones de indocumentados para que el índice de desempleo baje, que también nos beneficiará.
Muchos están de acuerdo que documentar a los que se lo merezcan, sería la mejor forma porque pagarían impuestos y se pueden mantener por sus propios medios, siendo ésta en mi opinión la mejor manera de actuar.
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