Martha Pardiño
UCP



Publicado el lunes 24 de deciembre del 2012

Recuerdos navideños
Es precisamente al celebrar Navidad cuando me vienen a la mente la Nochebuena y el Día de Reyes de mi niñez y juventud en mi Habana querida.
En mi casa no se ponía arbolito en Navidad, solamente el nacimiento en una mesita en la sala, cubierta con un mantel de encaje blanco, con el San José, el Niño Jesús y la Virgen María, y los Reyes Magos, que eran figuras de yeso. Mi hermana y yo nos ocupábamos de poner las demás figuras y árboles y pastores y hasta un lago que hacíamos con un espejo de cristal. A mi padre, sus clientes le regalaban un cochino, guanajos y guineos que se ponían en el patio y con los que nosotras nos encariñábamos tanto que cuando los mandaban a la panadería a matar y asar, nos pasábamos la mañana llorando.
Siempre nos reuníamos, entre familia y amigos, alrededor de veinte personas. A mi padre le encantaba arreglar la mesa para ese día y disponer el menú. Primero, un coctel de frutas, acto seguido la sopa de pollo, después el cochinito asado en su tártara, el guanajo y los guineos en fricasé, acompañados de frijoles negros, arroz blanco y yuca con mojo, vinos blanco y tinto. Desde luego que mi hermana y yo no probábamos la carne de puerco como homenaje póstumo a ese lindo cerdito que tuvimos en el patio.
A mí y a mis dos primas lo que nos encantaba era la hora de los postres. Había turrones españoles de almendras, de frutas, mazapán, yema, y los de tamarindo y coco que se confeccionaban en la isla. N
Los adultos se quedaban conversando hasta altas horas de la noche y mi hermana, mis dos primas y yo, nos íbamos a la cama exhaustas de tanta emoción. Estas Nochebuenas se repetían en nuestra casa todos los 24 de diciembre, y cuando ya éramos jovencitas, mi hermana y yo nos hacíamos cargo del menú.
Ahora pienso en mi patria en estas fechas tan bonitas y familiares y me duele que tal vez muchos jóvenes cubanos no hayan podido nunca disfrutar de tantas cosas buenas y de una mesa familiar para compartir esos sabrosos manjares.
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Martha Pardiño
Miami